martes, 5 de abril de 2016

NO EXACTAMENTE: CAPITULO 8




—Estás dando demasiadas vueltas —dijo Mónica, riendo.


—Para nada.


—Oh, sí.


Paula miró a su hermana con cara de pocos amigos y se volvió hacia el espejo por última vez. El vestido le quedaba perfecto. El corte acentuaba su delgada cintura y los zapatos realzaban sus pantorrillas.


Tenía el cabello recogido y algunos mechones le caían elegantemente sobre los hombros. Pedro había puesto hasta un par de pendientes en la caja. O tal vez el hombre que originalmente compró el vestido los había dejado allí y Pedro no tenía idea de su existencia.


—Estás preciosa —dijo Mónica, que estaba tumbada en la cama, mirando a Paula y comiendo palomitas de maíz.


Paula pasó las manos por encima de su vientre, que era un manojo de nervios, y se puso de lado.


—No está mal, ¿eh?


—Entonces, cuéntame más acerca de este tipo…, Pedro.


Quizá fuera hora de marcharse.


—Ya te lo he dicho. Es solo un chico que conocí en el restaurante que quiere ayudarme a encontrar un hombre agradable y con recursos que me ayude a salir del pozo. Y así también yo podré terminar mi carrera.


—¿Es guapo?


—¿Quién? ¿Pedro?


Mónica la miró con sorna.


—No, el tipo con recursos que aún no has conocido… Por supuesto que me refiero a Pedro.


Responder a la pregunta de Mónica sinceramente daría lugar a un acoso constante.


—Está bien, supongo.


La respuesta era sí. Le gustan los hombres sexis, guapísimos, y absolutamente seguros de ellos mismos. 


Paula recordó su sonrisa con hoyuelos y no pudo evitar una expresión de felicidad en su propio rostro.


—¿Es de Texas?


—Sí.


—¿Y su acento?


—Coincide con el sombrero de cowboy que lleva siempre.


—¿Cuándo lo conoceremos?


Paula se volvió hacia su hermana y se puso las manos en la cintura.


—No es lo que estás pensando, Mo. Pedro es un amigo. Nada más. He rechazado su invitación a salir.


—Entonces, ¿él se siente atraído por ti?


—¿Para qué me sirve eso? Es camarero en el hotel. Por lo que he oído, no suele quedarse en un mismo lugar mucho tiempo y se aprovecha de sus amigos cuando necesita un lugar donde dormir. Necesito un hombre que realmente pueda ayudarme, no alguien a quien le guste que lo mantengan.


Mónica apretó los labios, pensativa.


—¿Es un vago?


—No —le espetó Paula. Luego respondió más honestamente—: No lo sé. Creo que se las arregla bastante bien. Escucha, me tengo que ir.


Su hermana se levantó de la cama y le entregó el chal que venía con el vestido.


—Tengo todo bajo control, así que no te preocupes por volver a casa pronto. Te mereces una noche de diversión.


—Gracias.


Paula abrazó a su hermana y salió del dormitorio. Damy estaba acurrucado en el sofá con su propio tazón de palomitas de maíz.


—Estás muy guapa, mamá.


—Gracias, cariño. Pórtate bien con la tía Mónica.


Damy siempre se portaba bien con su hermana.


—Vamos a ver un DVD —le dijo.


—Está bien, pero quiero que te vayas a la cama a las nueve.


—Lo sé.


Paula tomó su bolso y se dirigió a la puerta.


—Gracias de nuevo, Mo. Te debo una.


—Vete ya. Que lo pases genial.





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