domingo, 17 de abril de 2016
ILUSION: CAPITULO 7
–¿Por qué sigues aquí? –le preguntó Pedro a Andres cuando dejaron de correr por el paseo marítimo de Santa Mónica y se detuvieron a un par de manzanas del edificio de Pedro.
–Estoy ayudando –respondió Andres con voz jadeante mientras se abría camino entre la multitud de turistas, músicos callejeros y patinadores en dirección hacia el puesto de bebidas.
Pedro lo siguió porque se moría de sed.
–No estás ayudando para nada.
–Esta mañana he conseguido un buen cliente.
–Lo he conseguido yo. Tú solo respondiste al teléfono.
–Ofrezco un servicio excelente… Dos limonadas con mango, por favor –le pidió al quiosquero.
–¿Cómo sabes que quiero una limonada de mango?
–¿Prefieres otra cosa?
–Me da igual.
–¿Entonces por qué te quejas?
–Porque me gustaría tener un poco más de control sobre mi vida.
–Un poco más de control sobre Paula Chaves, querrás decir.
–¿Cómo has dicho?
–Te sientes sexualmente frustrado y lo estás pagando conmigo.
El quiosquero sonrió mientras le daba el cambio a Andres.
–No estoy sexualmente frustrado –protestó Pedro. Si no tenía vida sexual era por decisión propia.
–Deseas a Paula pero no puedes tenerla. Por eso estás tan irritable.
–Eh, anoche la besé. Y ella a mí.
El quiosquero se había girado para preparar las limonadas.
–¿Dónde la besaste?
–En casa de Conrad Norville.
–¿Por encima o por debajo de la cintura?
–Ja, ja.
–¿Y qué significado extraes? –lo acució Andres, poniéndose serio.
Pedro se encogió de hombros, arrepintiéndose de haber compartido aquella información.
–No lo sé –admitió. No significaba nada. Era un estúpido por haberlo mencionado. Pau le había devuelto el beso, pero solo porque la había pillado desprevenida, no porque quisiera convertirlo en algo memorable. Su enojo posterior así lo demostraba.
El quiosquero puso las bebidas en el mostrador y cada uno tomó la suya.
–¿Cuándo vas a volver a verla? –le preguntó Andres.
–Dentro de una hora. El Esmerald Wave ha enviado por fax los planes de boda a Mateo y Erika. Tenemos que hablar con la florista, el pastelero, los músicos y el nuevo servicio de catering.
–¿Sabe Mateo lo del incendio?
–Ahora sí. Esta mañana he recibido un mensaje suyo. Parece que tardarán un par de días más en volver –se sentó en un banco frente al mar y tomó un largo y reconfortante trago.
Andres se sentó a su lado.
–No la verás en Chaves Media, ¿verdad?
–Claro que no –exclamó Pedro. El edificio de Chaves Media era el último lugar de la Tierra donde querría estar.
–¿Quieres que vaya contigo?
La primera reacción de Pedro fue sonreír.
–¿Crees que necesito protección con Pau?
–Creo que es ella la que necesita protección contigo…
–Está todo bajo control –afirmó Pedro.
Solo tenía que separar su reacción emocional ante Pau de la comprensión racional de la situación. Y podía hacerlo sin problemas. La falta de confianza que Pau le había demostrado había acabado con cualquier posibilidad de ser una pareja. Pero eso no significaba que no siguiera siendo tan sexy y atractiva como siempre. Era lógico y natural que Pedro pudiera imaginársela desnuda al detalle.
–Acabas de decirme que la besaste.
–No fue nada.
–¿Besar a tu exnovia no es nada?
–Fue un desliz. Estábamos los dos solos, frente a frente… –tuvo que esforzarse para no perderse en el sugerente recuerdo.
–¿Y si os volvéis a encontrar hoy los dos solos frente a frente?
–Eso no pasará.
Andres se echó a reír.
–Sabes a lo que me refiero.
Pedro tomó otro trago. El sol le calentaba la cabeza y la nuca, empapadas de sudor. Los gritos de los niños se elevaban desde la playa, y el aire húmedo y salado le impregnaba los pulmones.
–Voy a acompañarte –declaró Andres–. Y después iremos a alguna disco a bailar con un par de mujeres guapas.
El primer impulso de Pedro fue negarse, pero Andres tenía razón. Si no cortaba de cuajo la atracción que Pau le provocaba lo pasaría muy mal. En cuanto hubieran resuelto la boda de Mateo y Erika cada uno seguiría su camino.
Fantasear con ella solo serviría para retrasar su recuperación.
–Está bien –aceptó–. Lo que tú digas.
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