domingo, 17 de abril de 2016

ILUSION: CAPITULO 6



La cafetería al aire libre de la planta veintisiete del edificio de Chaves Media abría normalmente para los ejecutivos, pero aquel día estaba cerrada para la reunión privada de Paula con sus hermanos y su primo. Los cuatro juntos controlaban el conglomerado empresarial.


Cesar y Javier habían acudido desde Wyoming, donde Cesar se ocupaba del rancho Big Blue y Javier dirigía su propia empresa. Por su parte, Dominic se ocupaba del Chaves Grill Group. Sentados junto a la fuente, Dominic descorchó una botella de uno de los mejores vinos del Chaves Grill, mientras Cesar le contaba a Javier las aventuras de un par de vaqueros del rancho.


Pero Paula no podía aguantar más. Necesitaba aclarar las cosas de una vez por todas.


–Antes de continuar… ¿me permitís que me disculpe, por favor? –todos la miraron en silencio–. Esto no es una celebración –le recordó a Dominic, y se obligó a mirar a cada uno. A Cesar, con su rostro duro y curtido; a Dominic, con su pronta sonrisa y ojos llenos de compasión; a Javier, con su expresión fría e inescrutable–. Dejadme que lo expulse, por favor. Me siento terriblemente mal por lo que os he hecho.


Dominic fue el primero en hablar.


–No ha sido culpa tuya.


–Claro que sí.


–Fue una sorpresa para todos y a ti te tocó la peor parte –dijo Cesar–. No sé qué habría hecho yo si me hubiera visto en tu lugar.


–Te habrías largado sin dar problemas –le respondió Paula a su primo, y miró también a sus hermanos–. Si J.D. os hubiera excluido de su testamento, lo habríais aceptado sin más.


–No habría sido ninguna sorpresa –dijo Javier–. Con ninguno de nosotros tenía tan buena relación como contigo.


–Querrás decir que a ninguno mimaba tanto como a mí.


–Te quería –dijo Dominic–. Te quería y tú sabías que siempre se preocuparía por ti. Pero él no lo hizo, o al menos no pareció que lo hiciera.


–Era su dinero y su empresa. Podía dejárselos a quien quisiera –tragó saliva con dificultad–. Yo tendría que haberlo aceptado sin rechistar.


Javier le puso una mano en el hombro.


–No seas tan dura contigo misma, hermanita.


El inesperado y cariñoso apelativo hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas. Javier no era uno que demostrara fácilmente sus emociones.


–Lo siento mucho –balbució.


–Tranquila –dijo Dominic–. Ya ha pasado todo. Aceptamos tus disculpas.


Javier y Cesar asintieron.


–Somos una familia –dijo Cesar–. Tenemos que permanecer unidos.


El afecto que se reflejaba en sus rostros hizo que Paula se sintiera mejor. Sus temores se aliviaron y consiguió esbozar una sonrisa.


Dominic empezó a servir el vino.


–Ni siquiera sé por qué me dejó el veinticinco por ciento de Chaves Media –le dijo Javier a Paula–. Ya tengo bastante trabajo con Spence Enterprises. Te cederé mis acciones cuando quieras.


–No, de eso nada. No voy a seguir contraviniendo la voluntad de nuestro padre. Te dejó una parte importante de Chaves Media y eso no va a cambiar. Supongo que quería asegurarse de que te sintieras uno más de la familia. Y además, tendré que pedirte consejo de vez en cuando.


Javier sonrió.


–No necesitas mis consejos para dirigir Chaves Media. Es Pedro el que… –se calló y puso una mueca de disculpa.


–Puedes decir su nombre –dijo Paula.


–¿Has hablado con él? –le preguntó Dominic, tendiéndole una copa de vino–. Desde que volviste a la empresa, quiero decir.


–Sí. Hablamos ayer.


Los tres hombres parecieron sorprendidos por la noticia y esperaron que les diera más detalles.


–Erika y Mateo van a casarse a final de mes y vamos a guardar las apariencias por ellos –explicó Paula.


Un silencio siguió a sus palabras.


–Somos amigos… –empezó, pero enseguida se dio cuenta de que no tenía sentido mentirle a su familia–. Está bien, no somos amigos. Nos hemos hecho tanto daño que no podríamos ni pensar en perdonarnos. Pero sí que podemos fingir ser amigos… Y eso tenemos que hacer, por Erika y por Mateo.


–¿Quieres que hablemos con él? –preguntó Javier.


Paula soltó una carcajada.


–¿Para decirle qué?


–Que no se pase o… –murmuró amenazadoramente Cesar.


–Ya basta –ordenó ella–. Pedro siempre os ha gustado. Hubo un tiempo en el que os gustaba más que yo.


–Eso nunca –replicó Dominic.


–No pasa nada –volvió a asegurarles ella–. Pero gracias. Gracias por vuestra preocupación y apoyo.


Dominic levantó su copa y todos lo imitaron.


–Este brindis se ha hecho esperar… Por J.D.


–Por J.D. –repitieron los demás.


–Por papá –susurró Paula, y sintió que su corazón empezaba a sanar al tomar el primer sorbo.



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