martes, 2 de febrero de 2016

INCONFESABLE: CAPITULO 6





Pedro vio a alguien entre las sombras. Una mujer en ropa de cama, pero una ropa muy provocativa. ¿Sería la persona a la cual se había referido Rodolfo con anterioridad? La observó meterse en una habitación con andar pausado, sensual, despertando su curiosidad. Y, claro, él era un hombre curioso.


—Augusto, te importa si te marchas solo. Creo que he olvidado algo en la sala.


—No, claro que no —contestó el muchacho extrañado—. Pero Rodolfo ya se ha retirado a la planta superior. El muy maleducado ni siquiera ha esperado a que nos hubiéramos ido.


—Lo sé, pero es importante. —¿Por qué no podía aceptar su explicación sin más?


—¿Quieres qué te aguarde fuera?


Pedro estaba a punto de sacarlo de un empujón. Tenía ganas de gritarle que se largara de una maldita vez. Él quería ir detrás de la mujer y saber de quién se trataba; después informaría a Ricardo y, tal vez, ella podría ayudarlo, si la compensaba adecuadamente, a encontrar lo que buscaba.


—No hace falta, vete ya.


Augusto lo miró enfadado y se marchó dejándolo solo, cosa que agradeció. De inmediato salió tras la mujer, intrigado, sin ningún reparo en pensar que ésa no era su casa y no debería ir por ahí a esas horas sin invitación. Se encogió de hombros. ¿Y qué? Su anfitrión tampoco tenía muchos escrúpulos, como ya le había demostrado. Posiblemente la amante de éste estaría más dispuesta con un hombre como él que con el estúpido de Rodolfo y, si no era así, él se aseguraría de convencerla.


Pedro siguió a la mujer por el pasillo hasta las cocinas de la enorme casa. La vio desaparecer tras la puerta y no perdió el tiempo.


La abrió y entró.




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