jueves, 25 de febrero de 2016

EL SECRETO: CAPITULO 7




Horas después, al volver al chalé, el rostro de Paula estaba sofocado de felicidad.


El día esquiando había sido agotador, pero maravilloso. 


Hacía más de un año que no esquiaba de verdad. Lo había hecho con nieve artificial, pero nada era comparable a la sensación de euforia que se experimentaba en la cima de una montaña al contemplar aquella belleza blanca y desnuda.


Habían echado carreras. Ella era buena, pero, comparada con Pedro, que conocía aquellas montañas como la palma de la mano, parecía una novata.


Vestido totalmente de negro, gorro y gafas incluidas, estaba increíblemente sexy, y ella no había podido evitar mirarlo con frecuencia.


Habían hecho una pausa para comer en un café de la ciudad, lejos del barullo del centro, lleno de gente rica y famosa comprando en las caras tiendas que habían surgido para satisfacer sus necesidades.


Paula lo estaba pasando muy bien. Se sentía muy relajada tomándose un café y hablando a Pedro de su infancia, su amor por el deporte y su equipo de fútbol preferido. Le dijo que la había criado su abuela.


Era extraño, pero sabía que, de haberlo conocido en circunstancias normales, no se hubiera acercado a él. Pero allí, las cosas eran distintas. Se estaba recuperando de la humillación infligida y él era un oyente objetivo, ya que no la conocía.


–Las situaciones difíciles te fortalecen –había dicho él cuando ella le mencionó lo difícil que le sería volver a Londres, encontrar trabajo y otro inquilino para el piso ya que, de otro modo, no podría pagarlo.


Todo en él era sexy y, al final del día, Paula dejó de preguntarse cómo podía tener el corazón partido y, al mismo tiempo, estar abierta al alucinante magnetismo animal de Pedro.


El amor que ambos compartían por el esquí la había tranquilizado. Esquiando no se sentía inferior a las modelos que a los hombres les resultaban atractivas. Rebosaba seguridad en sí misma.




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