domingo, 31 de enero de 2016

INCONFESABLE: CAPITULO 1




Londres, 1847


—Aún no me puedo creer que estemos aquí —susurró nerviosa Paula a su amiga mientras se cubría más el rostro con aquella enorme máscara—. Si mi hermano se entera de lo que estamos haciendo, me mata. —Al ver la sonrisa petulante en el rostro de Clara, se alteró aún más—. Y a ti también, por arrastrarme en tus locuras —la regañó recitando una de las frases favoritas de su hermano Richado, quien no veía con buenos ojos la influencia que decía que Clara ejercía sobre ella.


—No sea ridícula, señorita Chaves —le dijo Clara adoptando pose de matrona mientras sus enormes ojos verdes chispeaban de emoción—. Además, recuerde que está haciendo un favor a una amiga —señaló tras colocarse bien el pronunciado escote del vestido negro de satén que se había puesto en su intento de simular ser una joven viuda. 


Tomó de la mano a Paula y la empujó en dirección al saloncito en el que podrían observar cómo se llevaba a cabo el acto sin ser vistas por sus protagonistas.


Paula se dejó llevar, murmurando por lo bajo y mirándose con pesar el desastroso escote de su propio vestido. Le quedaba holgado debido a que ella no había sido bendecida con el exuberante busto de la otra y, a pesar de que había intentado rellenarlo con unas medias gastadas, parecía que no tenía muy buena pinta. «En fin —pensó encogiéndose de hombros—, qué remedio.» Siempre sería la amiga con lentes de la belleza de la temporada. La amiga insulsa, tímida y aburrida. Por fortuna para ella, y para su sobria existencia, normalmente Clara andaba metida en líos y la obligaba a acompañarla; de no ser así, su vida sería un verdadero hastío. Aunque, por supuesto, negó con la cabeza, eso jamás de los jamases lo reconocería ante ella.


Ya estaba demasiado pagada de sí misma.


—Tiendo a pensar que tu hermana se ha indispuesto sospechosamente. Resulta mucha casualidad que se sintiera mal unas horas antes de salir.


—¿Qué quieres decir con eso? —le preguntó la hermosa rubia mirándola directamente—. En realidad, no importa si Sara está o no verdaderamente enferma; lo primordial es que estemos aquí nosotras.


—No me digas —masculló Paula.


—Mi hermana no estaba de acuerdo con el plan. —Al decir esto se encogió de hombros, restándole cualquier transcendencia a ese hecho—. Por suerte, Justino no es tan mojigato como ella y ha decidido ayudarme. Ayudarnos —le recalcó con suficiencia—. En el fondo te estoy haciendo un favor, Pau, así te saco a ti también de la ignorancia. No es justo que nos mantengan en tal estado de desconocimiento hasta después del matrimonio.


—¿Sara no sabe que estamos aquí? —preguntó Paula guardando en su memoria sólo la primera parte de la frase de Clara—. Me has mentido otra vez para conseguir que te acompañara. ¡Cómo no lo imaginé! —protestó mordiéndose el sobresaliente labio inferior—. Cuando mi hermano se entere, me va a matar. Me va a matar. —Paula estaba segura de que si Ricardo llegaba a saber lo que habían hecho, lo que ella, una mujer soltera, había hecho, la internaría en algún manicomio por inconsciente. Y a Clara le haría algo peor—. Esta vez hemos ido demasiado lejos, Clara, y como tu esposo se entere de esto…


—Vamos, Pau —la consoló la otra mientras le daba un pequeño apretón para tranquilizarla—. No va a pasar nada malo —intentó calmarla—, y por supuesto que mi hermana sabe que su prometido es quien nos acompaña. —La miró cómplice—. Es más, le ha hecho prometer que no se separará de nosotras hasta que estemos de vuelta en casa sanas y salvas.


Como Paula la miraba contrariada, Clara prosiguió.


—Además, tu hermano es tan mojigato como Sara.


Ante ese comentario, ella tuvo que callarse, porque era cierto. Ricardo constituía el paradigma del decoro y las buenas formas. Y resultaba demasiado estricto.


—¿Sabes, Clara? —le preguntó su amiga con resignación mientras la seguía dentro de aquella extraña estancia—. Pensé que al convertirte en una mujer casada te habrías reformado. Pero veo que nunca vas a cambiar.


—¿Se supone que eso es un insulto?


—No me parece nada graciosa esta situación —le reprochó la pequeña pelirroja.


—Me haces parecer una bruja. —Al decirle esto, hizo un gesto para indicarle que tomara asiento junto a ella. Susurró con pesar—: Y te pareces a Julian al criticar todo lo que hago.


Paula se percató de que su amiga verdaderamente necesitaba hacer aquello e intentó, como siempre solía hacer, soltarle uno de aquellos comentarios que Clara adoraba en ella, por lo poco comunes.


—Una bruja, no. —Pau sonrió mientras murmuraba—: ¡Un pequeño demonio!


Ambas mujeres estallaron en delicadas carcajadas que provocaron, sin saberlo, el interés de muchos de los caballeros que se encontraban en aquel lugar.


Entre ellos, el del marido de una de éstas.


Estaban boquiabiertas, sonrojadas y entusiasmadas.



INCONFESABLE: SINOPSIS




Paula nunca imaginó que en su loca aventura en uno de los burdeles más famosos de Londres acabaría perdiendo la virginidad con un hombre del que no puede recordar nada debido a que estaba un poco ebria, demasiado excitada y sin sus lentes.


Decidida a descubrir la identidad de ese amante apasionado, emprende una investigación junto a su amiga Clara.


Sin embargo, cada vez que la joven avanza, se ve obligada a esquivar las continuas interferencias del marqués de Aberry, un hombre exageradamente atractivo que parece disfrutar atosigándola.


Ella desconoce quién es él, él no entiende por qué lo ignora ella, pero lo cierto es que el deseo los obliga a reunirse continuamente, incluso eligiéndola como la solución a los problemas del imperio Ruso.






A TRES PASOS: CAPITULO FINAL





El plan era sencillo, lo difícil era que no la pillara. Espero escondida en un portal cuatro horas hasta que le vio salir del portal y entró en su casa con la llave que le había conseguido Leticia. Puso los ojos en blanco al ver que todo estaba desordenado otra vez y eso que se acababa de mudar. Sabía que estaría fuera un par de horas, así que sacó todo lo que había comprado de la bolsa de lona que llevaba con ella. Se puso a trabajar colocando los cerrojos que había comprado. Se cerrarían automáticamente en cuanto se cerrara la puerta y sólo se podían abrir con llave que por supuesto tenía a buen recaudo. Cuando terminó estaba sudando. Hacía un calor horrible esa tarde, pero no quería encender el aire acondicionado por si él lo notaba al llegar a casa. Mirando el reloj se dio cuenta que no le quedaba mucho tiempo. Recogió rápidamente la casa y estaba acabando cuando escuchó el clinck del ascensor. Se le cortó el aliento mirando hacia la puerta, cuando sonó el timbre y dejó salir el aire que estaba conteniendo al darse cuenta que era la comida que había encargado. Tres chicos entraron cargados de cajas. Había comprado suficiente para una semana. Creía que con eso sería suficiente.


Colocó las cosas en la cocina que estaba impoluta. 


Seguramente porque casi no se usaba y fue a darse una ducha después colocar las sábanas nuevas, que también había llevado. Se puso un camisón de seda rosa muy cortito y espero sentada en la cama. Un sonido en el teléfono le indicó que le había llegado un mensaje y al mirarlo sonrió pues Leticia le decía que ya estaba de camino. Entonces
se empezó a poner muy nerviosa. ¿Y si tiraba la puerta abajo? ¿Y si todo aquello era un terrible error que les llevara a la ruptura definitiva? Sintió miedo de perderlo, pero después de pensarlo mucho se dio cuenta que no podía echarse atrás. No podían estar peor que ahora.


Veinte minutos después escuchó como se abría el ascensor en la planta y se acercó a la puerta de la habitación. Cuando Pedro entró cerró la puerta empujándola con el pie mientras miraba su correo. Indiferente lo tiró de mala manera sobre la mesa de entrada y al levantar la vista, miró confundido alrededor, pues ver el piso más o menos limpio debía ser chocante. Después entrecerró los ojos caminando hasta el centro del salón- ¿Paula?


Sonrió antes de salir- Hola. ¡Has llegado a casa!- se acercó a él y le dio un rápido beso en los labios- ¿Tienes hambre? Pensaba hacer espaguetis.


-¿Qué haces aquí?


-Vivir contigo.


-Eh, eh- la cogió del brazo suavemente y le dijo mirándola a los ojos-¿Recuerdas la conversación que tuvimos?


-Sí. ¿Y recuerdas lo que te respondí yo?-Pedro se pasó una mano por el pelo poniéndose nerviosa- Nena…


-¿Me ayudas a hacer la cena?


-Esto no va a funcionar.


-Claro que sí- sonrió radiante y se bajó un tirante del camisón. Pedro no perdió detalle y eso la animó a quitarse el otro. Dejó caer el camisón hasta sus caderas y después lo arrastró hasta abajo dejándolo caer al suelo, mostrándose totalmente desnuda. Puso las manos en las caderas y levantó la barbilla- Sino quieres cenar, podrías hacerme el amor. Te he echado de menos.


Él gruñó antes de cogerla por la cintura y levantarla haciéndola reír. Se sujetó abrazando su cuello y le miró a los ojos- ¿Eso es un sí?


Pedro atrapó sus labios besándola ansioso y ella respondió con gusto. La tumbó sobre la cama con él encima y ella impaciente llevó sus manos al bajo de su camiseta tirando de ella hacia arriba. Él se apartó apoyándose en un codo –No.


-Quiero tocarte- dijo mirándolo a los ojos. Sus manos acariciaron su torso y Pedro gimió cerrando los ojos. Paula tiró de la camiseta y él se dejó llevar sacándosela por la cabeza. Ella acarició su pecho con amor y acercó sus labios a una cicatriz que cruzaba su pezón izquierdo. Sin separar los labios de su pecho susurró- Eres la persona más valiente que conozco y te quiero.


Pedro se le cortó el aliento y la cogió por el pelo de la nuca para levantarle la cara. Su mirada era intensa –Repítelo.


-Te quiero. Eres mío y nada, ni nadie, me separará de ti jamás. Ni siquiera tú.


La besó posesivo y Paula se abrazó a él acariciando su espalda. Sus manos bajaron hasta su trasero y tiró de la cinturilla de su pantalón hacia abajo. Sin dejar de besarla se desabrochó los pantalones con una mano y Paula le ayudó a sacárselos antes de rodear sus caderas con sus piernas y gritar al sentir su fuerte embestida. Pedro la observaba mientras entraba y salía de ella con intensidad, provocando unas sensaciones que eran una delicia. Le apretó los costados pidiendo más y él no la defraudó, apurando las embestidas hasta que entrando por última vez en ella, la catapultó a un intenso orgasmo que la hizo llorar.


Pedro la cogió por la barbilla y susurró preocupado- ¿Te he hecho daño?


-No. Ha sido…- sonrió provocando que Pedro suspirara de alivio.


-Joder, al verte llorar…


-¿He llorado?- preguntó sorprendida. Después sonrió con picardía- Eres bueno…


Pedro se echó a reír y se apartó de ella tumbándose boca arriba. –Bonitas sábanas.


-¿Te gustan? –preguntó impaciente poniéndose de costado para mirarlo. Quería que le dijera que la quería, no que le gustaban las sábanas.


-Mucho.- él cogió un mechón de su pelo y lo acarició.-Así que te vienes a vivir aquí.


-En realidad- dijo haciendo una mueca- Estoy aquí para que te enamores de mí y no me dejes marchar.


Pedro levantó una ceja divertido- ¿Ah sí?


-Sí.


-¿Y cuánto piensas que tardaré en hacerlo?


-Tengo víveres para una semana.


-¿Y qué piensas hacer? ¿Atarme a la cama?


-¡No! ¡No soy tan drástica!


Entonces él entrecerró los ojos-¿Qué has hecho?


-Nada. –todavía no quería decirle que no podía salir de la casa.


-¡Mientes fatal!- se levantó de la cama de un salto y se subió los pantalones.


-Cariño…- hizo una mueca al escucharle ir hacia la puerta y escuchó sus gruñidos al intentar abrir.


-¡Paula! ¡Abre ahora mismo!


-No puedo.


Él volvió furioso- No me gusta estar encerrado. Abre ahora mismo.


-No tienes que preocuparte puedes abrir las ventanas y el piso es muy grande. Además estoy aquí contigo.


La miró como si estuviera loca- ¡Abre!


-¡No! ¡Buscarás una excusa para irte o para no decirme que estás loco por mí! ¡Me quieres! ¡Así que no voy a abrir esa puerta hasta que me lo digas!


-¡Estás chiflada!- exclamó atónito viéndola levantarse enfurruñada y ponerse el camisón.


-Vaya gracias, muy bonito. Yo te digo que te quiero y tú me dices que estoy chiflada- pasó ante él y fue hasta la cocina.


-Vale, te quiero.


Ella se volvió para mirarlo-¡Así no vale!


Pedro levantó las manos al cielo como pidiendo ayuda y Paula cuando se volvió reprimió una sonrisa. Abrió la nevera y cuando se volvió se quedó de piedra al ver a Pedro con una rodilla en el suelo ante ella y un anillo en la mano- Lo compré ayer.


-¿Qué?- dejó caer la lechuga que tenía en la mano y se acercó a él.


-Me di cuenta que me gustabas cuando te vi con aquel bate en la mano, pero cuando Santiago me dijo en dónde estabas, entendí que te amaba por el terror que me traspasó a que te pasara algo. Cuando te dejé ante la casa de Malena, supe que no podría vivir sin ti y que te necesito en mi vida.


Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas- Pero me dejaste en casa de Malena.


-No me atreví…pero cuando me dijiste que no me libraría de ti supe que volverías, así que compré el anillo. Quería estar preparado.- sonrió algo inseguro mientras las lágrimas rodaban por las mejillas de Paula.- ¿Quieres casarte conmigo?


-Sí. –se acercó a él extendiendo la mano y Pedro sonriendo le puso el anillo en el dedo anular.-Te quiero.


Se incorporó y la cogió por la cintura- Y yo a ti, mi amor. Más de lo que he amado nunca a nadie y te prometo que intentaré hacerte feliz.-la besó suavemente en los labios- Ahora, abre la puerta.


-Sobre eso…-dijo con una risita tonta.


-¿Si?- sus labios bajaron por su cuello.


-No puedo.-él entrecerró los ojos y levantó la vista- Piensa que estamos de luna de miel.-dijo radiante mirando su anillo. Un solitario en talla baguette precioso- Me encanta el anillo. ¡Malena se va morir!


-Preciosa céntrate. ¿Por qué no puedes abrir la puerta?


-No tengo las llaves- dijo encogiéndose de hombros.


-¿Y quién las tiene?


Ella le miró a los ojos- ¿Me amas?


-Sí.


-¿Confías en mí?


-Sí.


-Pues tendrás que soportar estar conmigo toda la semana con la puerta cerrada.


-Cariño…


-¿Sí?- radiante le rodeó el cuello con los brazos.


-¿Me amas?


-Más que a nada- Pedro sonrió y le acarició la cintura hasta el trasero.


-¿Confías en mí?


-Totalmente.


-¿Y me lo perdonarías todo?- preguntó intentando retener la risa.


-Todo.


-Entonces ya no tengo miedo de decirte que uno de los ratones todavía está por la casa








A TRES PASOS: CAPITULO 21





El viaje fue agotador, sobre todo porque el vuelo en el avión militar fue horrible. Cuando llegaron a Nueva York, Paula sólo quería dormir. Pedro le llevaba la mochila mientras la guiaba por el aeropuerto de Newark para buscar un taxi. 


Cuando la subió, dio la dirección de casa de Malena y Paula hizo una mueca. No iba a ser fácil. Era tan cabezota.


Cuando el taxi se detuvo ante la casa de su amiga, ella se volvió a mirarle- Así que te vas a resistir.


-Adiós, Paula -dijo extendiendo el brazo ante ella y abriendo su puerta.


Paula sonrió y le dio un beso en la mejilla antes de que se apartara.-Vale, te veo luego.


Pedro levantó una ceja y salió del taxi antes de que pudiera protestar. Entró en el portal y saludó al portero. 


Evidentemente su amiga estaba trabajando, pero el portero la conocía y le dejó la llave. Subió y se dio una larga ducha que su cuerpo agradeció después de ducharse a toda prisa durante un mes. Se metió en la cama y sonrió mirando el techo. –Si cree que va a librarse de mí, señor Alfonso, está muy equivocado.


El olor del desayuno la despertó y cuando fue hasta la cocina vio a Malena haciendo huevos revueltos- ¿Hay para mí?


Malena gritó sobresaltada girándose. La miró con los ojos como platos- ¿Paula?


Sonrió divertida porque no se había ni enterado que estaba en su casa- Sorpreeeesa…


-¿Qué pasa?


Martin en calzoncillos llegó con una raqueta de tenis en la mano con pinta de haber saltado de la cama. Cuando vio a Paula en camisón, dejó caer el brazo y suspiró pasándose la mano por su pelo….- ¿De dónde sales?


-Llegué ayer.- se sentó en uno de los taburetes de la encimera de la cocina y miró a su amiga.


-¿Sabes lo que es un teléfono?- Malena se acercó y le dio un abrazo.


-No me dio tiempo a avisar.


Malena la miró de arriba abajo y suspiró-¿Estás bien?


-Sí, pesada. Estoy bien. Tengo hambre.


Su amiga puso los ojos en blanco y se alejó yendo hacia la cocina otra vez. Martin se sentó a su lado colocando una taza de café ante ella- Gracias, eres un amor.


-¿Qué haces aquí?- preguntó Malena saliendo de su estupor inicial.


-Me fueron a buscar- sonrió de medio lado y Malena se acercó con la sartén en la mano.


-¿Santiago?


-No.


-¡No puede ser!- Paula asintió y Martin las miraba la una a la otra sin entender nada.- ¿Pedro te ha ido a buscar?


-¿A que es un amor?


Martin entrecerró los ojos- ¿Y qué haces aquí?


Ella le miró como si quisiera matarlo-¿Tenías que romper mi burbuja?


Levantó las manos en son de paz y Malena sonrió- ¿Y qué vas a hacer?


-Acosarlo, supongo. Está loco por mí. No puedo dejarlo escapar.


-Normalmente somos nosotros los que…-las dos lo fulminaron con la mirada y se sonrojó- Vale, me callo.


Las amigas se miraron y Malena le guiñó un ojo- ¿Sabes lo que puedes hacer?


-¿Qué?


-¿Qué te parece si te metes de ocupa?


-Me sacará de los pelos.


-No si él está encerrado contigo.


-Tirará la puerta abajo. No soporta tener las puertas cerradas.


-¿Y cómo ha montado en avión?- preguntó Martin.


Las dos lo miraron –Es cierto. Si no puede sentirse encerrado…


Malena sonrió de oreja a oreja- Pues ya sabes lo que tienes que hacer.






sábado, 30 de enero de 2016

A TRES PASOS: CAPITULO 20






Y lo hizo, vaya si lo hizo. Después de trabajar allí un mes, no tenía un minuto libre y si podía dormir, lo hacía en cualquier parte. La situación del país era tan desastrosa, que estaban colapsados de trabajo y todo lo que hacía, era poco.


Al transcurrir cuatro semanas, se decidió a decírselo a su hermano y le escribió un mail explicándoselo todo. No habló de Pedro, sino de que necesitaba un cambio y se había decidido. Le habló de su vida allí y de los amigos que había hecho. También le explicó porque no se lo había dicho antes, para no preocuparlo. Al enviarlo se mordió el labio inferior pensando en si había hecho bien, pero ya no había más remedio, así que no debía lamentarse.


Tres días después estaba pasando consulta a las mujeres, cuando llegó un coche a toda prisa. Se oyeron gritos en el exterior y sonrió a la mujer que estaba atendiendo antes de salir preocupada. Lo que vio le dejó de piedra. Pedro gritaba a Wilson preguntando por ella y Paula se acercó corriendo porque estaba fuera de sí. – ¿Pedro?-él volvió la cabeza y suspiró aliviado al verla bien.- ¿Qué haces aquí?


-Recoge tu pasaporte que nos vamos de aquí.


-¡Un momento!-exclamó Wilson asombrado.


-Mira chaval, no te metas en esto. –dijo Pedro fríamente- Se viene conmigo.


-¡Tiene un contrato!- miró a su alrededor, buscando a Christopher seguramente.


-Espera Wilson, que yo me encargo- dijo todavía sorprendida de que estuviera allí.


Cogió a Pedro del brazo y tiró de él separándolo del grupo que se había congregado allí- ¿Se puede saber qué haces aquí?


-¿No está claro? –la miró furioso a los ojos- ¡Santiago me ha llamado y como no podía venir a buscarte, he venido yo! ¡Ahora recoge tus cosas que nos largamos de este sitio, ya!


-¿Estás mal de la cabeza? Le expliqué a Santiago porque había venido y…


Christopher se acercó muy serio y se cruzó de brazos mirando a Pedro con los ojos entrecerrados- ¿Qué coño pasa aquí?


Pedro se enderezó evaluándolo. El jefe era tan corpulento como él y se miraron retándose- Lo que pasa es que me llevo a Paula de aquí.- la empujó por el brazo- Vete a recoger tus cosas.


-No se va a ningún sitio sino quiere.


-Claro que sí. –sacó un papel del bolsillo del pantalón sonriendo irónicamente y a Paula se le erizó el cabello de la nuca, pues sabía que allí no pondría nada bueno. –Da la casualidad que en este país puedo hacer con mi mujer lo que me dé la gana.


Paula abrió la boca sorprendida y vio como Christopher abría el papel. Después de leerlo apretó los labios furioso- ¿Esto es verdad?


Paula le arrebató la hoja y vio que era un certificado de matrimonio. No se lo podía creer. ¡Había falsificado un certificado de matrimonio para que tuviera que seguirle!- Serás… ¡Esto es falso!


Pedro sonrió- Eso no lo descubrirán hasta que la embajada lo confirme y tardará mucho tiempo, nena. ¡Ahora súbete al coche!


Paula miró a Christopher pidiendo ayuda, pero él negó con la cabeza- No puedo hacer nada. Si viene la policía, le darán la razón y además no quiero problemas. Recoge tus cosas.



Sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas por la frustración –Pero hasta dentro de tres semanas no llega Anne.-dijo hablando de la doctora que estaba sustituyendo.


-Tendremos que arreglarnos.


Paula miró a Pedro furiosa- ¿Nos dejas solos un momento, Cris?


Su amigo le tendió el papel a Pedro, que lo cogió de mala manera mirándolo con desconfianza- Escúchame bien- le dijo cogiéndolo de la barbilla para que la mirara.- No puedo irme. ¡Aquí me necesitan!


-Me importa muy poco. Vas a volver conmigo. ¿Sabes cómo está tu hermano? ¡Me llamó de los nervios porque estabas aquí! –La cogió del brazo para acercarla y la fulminó con sus ojos verdes –No puedo creerme que esté aquí para buscarte. Me juré que nunca más pisaría un país árabe. Recoge tus cosas, Paula.


-Hay muchos enfermos. Necesitan mi ayuda.


-O te subes al coche o te juro que llamo a la policía- dijo entre dientes.


-No entiendo lo que está pasando. Santiago sabía que volvería en unas semanas.


-¡Ni veinticuatro horas más te vas a quedar aquí!- le gritó a la cara. Se levantó la camiseta furioso-¿Quieres que te hagan algo así?


Paula jadeó al ver las cicatrices que atravesaban su torso. 


Le habían cortado diagonalmente repetidas veces de un lado a otro, no para matarlo sino para torturarlo. Le miró a los ojos y él dejó caer la camiseta- Vete a por tus cosas, Paula. No te lo repito más.


-No.-una lágrima cayó por su mejilla- Tú has decidido seguir con tu vida y yo voy a hacer lo mismo. No tienes ningún derecho a decirme cómo debo vivir la mía. Siento que te haya pasado eso, pero no es justo que hagas daño a otras personas por lo que te ocurrió a ti. Es inútil e infantil.-Pedro palideció e iba a decir algo pero ella le interrumpió- Volveré a casa cuando termine mi trabajo. No pienso dejar que otras personas sufran porque tú quieras. Me voy a quedar.


Pedro se pasó una mano por su cabello negro- No me hagas esto, Paula.


-Una vez te dije que mis decisiones no siempre tenían que ver contigo y era verdad. Te quería y tú me trataste como una mierda. Necesitaba hacer esto para sentirme mejor conmigo misma. No tienes ningún derecho a venir aquí y organizar mi vida. Eso se acabó.


Se iba a girar pero él la cogió por los brazos desesperado- Nena, no puedes quedarte aquí. Te pueden secuestrar y…


-Es mi decisión.- respondió angustiada por el dolor que veía en sus ojos. –En tres semanas volveré a casa.


Pedro apretó los labios.- ¿Qué le digo a Santiago?


-Nada. Le escribiré un mail en cuanto tenga un rato libre. Ahora vete por favor, tengo mucho trabajo.


Él la miró intentando buscar una solución –Está bien- dejó caer los brazos y le dijo mirándola a los ojos- Llamaré a la policía.- sacó el teléfono del bolsillo y Paula se quedó de piedra al ver como marcaba.


-¿Qué haces?- sorprendida vio que todo le había dicho le había entrado por un oído y le había salido por el otro.


-No esperarías que no hubiera venido preparado. Tengo el teléfono de la comisaría más cercana grabado en la memoria. –se lo acercó a la oreja y para su sorpresa le escuchó hablar en árabe. Nerviosa le sujetó de la muñeca apartando el teléfono de su boca y él la miró a los ojos- Recoge tus cosas. No lo repito más.


A Paula le entraron tantas ganas de matarlo, que frustrada le gritó furiosa a la cara- ¡Te odio!


-¡Estupendo! ¡Pero te vienes conmigo!


-¡Paula!- se volvió hacia Christopher que los estaba observando- Tienes que irte.


Asintió al ver que su jefe estaba realmente preocupado. Ignorando a Pedro fue hasta su tienda y se quitó la bata. 


Debajo llevaba ropa normal, así que sólo tenía que meter algunas cosas en la mochila. –Dame el pasaporte.- vio que Pedro la había seguido y estaba en la puerta controlándola.


-¿Por qué?


-¡Porque lo digo yo!


Furiosa lo sacó del bolsillo de la mochila y Pedro puso los ojos en blanco al ver donde lo tenía guardado- ¿Qué?


-Nada. Ahora ya no importa- dijo arrebatándoselo de la mano antes de cogerla de la muñeca y tirar de ella al exterior.- Larguémonos de aquí.


-¡Espera, me quiero despedir!- protestó al ver que la llevaba directamente al coche.


-Envíales un mail- la metió en el asiento trasero de mala manera y cerró de un portazo. Mientras él se sentaba en el asiento delantero, al lado de otro hombre que ella no había visto, miró por la ventanilla y saludó con la mano a sus compañeros, que todavía estaban algo confusos. Sintió mucho irse así y cuando el coche salió a toda prisa, los miró por la luna trasera. Wilson le hizo un gesto como si escribiera y ella asintió antes de darse la vuelta. Pedro la miraba como un halcón y dijo algo en árabe antes de que el conductor acelerara aún más.


Se dio cuenta que no iban hacia la ciudad y entrecerró los ojos – ¿A dónde vamos?


Pedro la miró con los ojos entrecerrados- No hables. Te lo explicaré más tarde.


Asombrada por su contestación, vio que el coche entraba en una pista privada donde había varios aviones privados. En cuanto se detuvieron Pedro prácticamente salto del coche y abrió la puerta trasera-Vamos.


Cogió la mochila y bajó con su ayuda. La llevó hasta un jet que ya estaba preparado- ¿De quién es?


-De un amigo.- la metió en el avión y rápidamente se cerraron las puertas.


-Llamabas al avión ¿verdad?- preguntó cuando la sentó a toda prisa.


Pedro sonrió abrochándole el cinturón. –No sabía que te encontraría tan rápido.


Le vio sentarse a su lado mientras el avión comenzaba a moverse- ¿A dónde vamos?


-A la base de Rota en España, allí cogeremos un avión de carga del ejército que va a los Estados Unidos.


-¿Santiago te ha ayudado en esto?


-¡Él lo ha organizado todo!- le dijo furioso.- ¡Al parecer no tienes ni idea de donde estabas metida!


-¡Sí que lo sabía! ¡No soy tonta!


-Eso es cuestión de opiniones.- la cogió de la nuca acercándola a él- ¡Te juro que si te llego a pillar cuando me lo contó, te hubieras llevado una tunda!


-¡Serás imbécil! ¿Quién te crees que eres para decirme lo que tengo que hacer?- le gritó a la cara.


Pedro la besó con fuerza como si quisiera castigarla y Paula gimió intentando apartarse, pero él suavizó el beso. Paula al sentir sus caricias lloriqueó de anhelo-No llores, cielo- susurró él contra sus labios antes de besarle las mejillas por donde corrían sus lágrimas- No podía dejarte allí. Sería como arrancarme un brazo.


-¿Qué te importa?


Se alejó para mirarla a los ojos- Me importa mucho. Tú me importas mucho- a Paula se le cortó el aliento- Tanto que por eso me he alejado a ti. ¿No lo entiendes?


-No.


Pedro le acarició las mejillas- Te hago daño. Sé que lo hago. Por eso me fui.


-Pero yo…


-No es justo para ti. –la miró intensamente- No es justo que te trate así, pero no significa que no me importes. No podía dejarte allí, cuando existe la posibilidad real de que te pase algo horrible.


Se dio cuenta que no quería darse la oportunidad de tener algo con ella por no hacerla sufrir y no entendía que así sufrían los dos. Le miró a los ojos y susurró- Yo te quiero.


Pedro suspiró- Nena, no digas eso.


-Es la verdad…- le sujetó del brazo para que no se apartara- Dime que no me quieres.


-No te quiero- respondió sin mirarla a los ojos.


A Paula le dio un salto el corazón y se dio cuenta que sí que la quería, así que sonrió sorprendiéndolo- Mientes.


-Paula… no te montes películas- entrecerró los ojos al ver que su sonrisa se ampliaba.- Paula…- la advertencia de su voz la hizo acercarse y robarle un beso.


-Ahora no te libraras de mí, ¿sabes?


-¡Paula!


-Ya te has mudado ¿verdad?


-¿Por qué lo preguntas?-la desconfianza en su voz la hizo encogerse de hombros.


-Sólo es curiosidad.


-No vas a vivir conmigo.


-No.


Miró al frente y cerró los ojos- Voy a dormir un ratito. He dormido poco desde que he llegado.


-Paula…


-Hablamos luego ¿vale?


Su mente ya estaba maquinando lo que tenía que hacer.