viernes, 11 de diciembre de 2015

UNA MISION PELIGROSA: CAPITULO 18



Tras unos días relativamente amistosos, seguidos de sus noches ardientes, Pedro se sentía completamente confuso. 


El martes, en cuanto Paula se fue al bar, llamó a su amigo, Calder.


–Estábamos hablando de ti –al fondo se oía el llanto de uno de los hijos de Calder.


Pandora y él tenían un hijo de tres años, una hija de uno, y Julia, producto de un anterior matrimonio de Pandora. Si alguien podía ayudarle con todo ese lío, era Calder.


–Se ha organizado una apuesta sobre si vas a regresar o no.


–Por supuesto que voy a regresar. Aún le debo dos años a la marina.


–Conoces a gente importante que te podría liberar de eso si lo necesitas.


–No es mi estilo.


–No he dicho que lo sea, pero sé lo que es encontrarte de repente con una hija, y tú tienes dos.


–Ya no. Estoy cuidándolas hasta que se cure el brazo de Paula, pero he renunciado a la custodia.


–Cooper nos lo contó –el sonido del llanto se intensificó, acompañado de agudos chillidos.


–Parece que estás en el zoo.


–Pandora y los chicos me regalaron un cachorrito por mi cumpleaños. El maldito no deja de mearse por todas partes, pero es tan mono que no me puedo enfadar con él.


–Te pillo en mal momento. ¿Debería llamar más tarde?


–En absoluto. ¿Qué sucede?


–No sé muy bien por dónde empezar. Después de lo que me hizo Melisa, ni en un millón de años pensé que volvería a plantearme un compromiso, pero entre Paula y yo ha surgido algo…


–Espera un momento –Calder gritó algo al niño, o al perro–. Lo siento, se me descontrolan. Escucha, antes de saber que quería casarme con Pandora, mi padrastro me dio un consejo estupendo.


–Te escucho.


–Lo sabrás cuando lo sepas.


–¿Te importaría elaborarlo un poco más? –«¿eso era todo?».


–No hay nada más –alguien soltó un aullido–. Lo siento, tío, pero Pandora se ha ido de compras con una amiga y aquí tengo una crisis. En serio, piensa lo que te he dicho. Lo mejor que hice en mi vida fue confiar en mí lo suficiente para creer en lo que hacía.


Pedro colgó y consideró seriamente tirar el teléfono a la basura.


Era evidente que el amor había trastornado el cerebro de su amigo. Nada de lo que había dicho tenía sentido. Pedro se había casado con la idea de que fuera para siempre, pero la ilusión se había roto y, para él, el amor era una farsa.


En cuanto a lo que sentía por Paula, no tenía ni idea.



***


Faltaban tres semanas para Navidad y Paula se sentía invadida por una sensación de urgencia. Acción de Gracias había sido un desastre, al menos en lo concerniente a sus padres, pero estaba decidida a hacer de la Navidad un día especial.


La festividad siempre había sido muy importante en Conifer.


Los artículos de decoración que les llegaban eran limitados y los habitantes tenían que ser rápidos para llevárselos en cuanto llegaran a Shamrock’s.


El martes por la mañana, Pedro y ella instalaron a las niñas en el SUV de Melisa y se dirigieron a una granja de abetos. 


Paula iba a comprar el más grande que encontrara.


–¿Seguro que es por aquí? –Pedro conducía y las gemelas parloteaban incoherencias.


–Según el mapa está en la calle Owl Creek, y es esta, ¿no?


Pedro frenó el coche y la miró con gesto severo por encima de las gafas de sol.


–Estamos en Deer Creek, porque esa fue la calle que me dijiste.


–¡Uy! –Paula esperaba que su sonrisa mejorara el ánimo de Don Gruñón. Iban a ser las primeras Navidades de las niñas y todo debía salir perfecto. Paula siempre había querido ir a esa granja, pero sus padres compraban árboles artificiales–. Con toda esta nieve, parece la misma calle.


–Claro, salvo por la señal en la que pone Deer Creek.


–Lo siento. En cuanto lleguemos estarás de lo más contento de haber hecho el viaje. Clementina compró aquí el árbol el año pasado y era espectacular.


Treinta minutos más tarde al fin llegaron a la granja Olde St. Nick’s. El trenecito turístico no funcionaba los días de diario, pero había muchos árboles y un pony negro, llamado Coal, para que las niñas pudieran montarse. El edificio en el que se alojaba Papá Noel, que también proporcionaba chocolate caliente y galletas, había sido decorado a semejanza de un poblado de Dickens. Miles de luces brillaban por todas partes, iluminando el nublado día. De los altavoces surgían villancicos y el aire estaba impregnado de un aroma de canela y pino. A Paula no se le ocurría mejor lugar para que Pedro recuperara su espíritu navideño.


–¿No te parece bonito? –le preguntó ella cuando se bajaron del coche–. ¿Hacemos una foto de las niñas montadas en pony o vamos primero a ver a Papá Noel?


–Yo creía que habíamos venido a comprar un árbol. Una incursión relámpago. Milimetrada.


–¿Qué te pasa a ti con las misiones? Será la primera vez que Vane y Vivi vean a ese tipo de rojo.


–Pensaba que le ibas a pedir a tu madre que te acompañara –Pedro cerró el coche.


–Lo hice, pero, como de costumbre, me rechazó.


–Lo siento.


–Es lo que hay –Paula fingió un tono casual. Estaba harta de sentirse dolida por su madre.


–¿Qué le ha pasado al sol? –Pedro se guardó las gafas en el bolsillo–. Tenía entendido que no iba a nevar hasta esta noche.


–Pues adelante con la nieve. Creará un ambiente todavía más festivo.


–¿Sabes que hablas como un elfo lunático? Por lo que he leído, dudo que las niñas recuerden siquiera esta Navidad.


–Pero tendrán fotos. ¿Quieres que sean las únicas del colegio que no hayan conocido a Papá Noel?


–Te voy a dar una noticia –Pedro abrió la puerta del corral del pony–. Aún les quedan unos añitos para ir al colegio.


–Tú calla.


Dado que no había casi nadie, las gemelas disfrutaron de una vuelta más larga. Mientras Pedro caminaba junto al pony, sujetando a ambas niñas sobre la silla, Paula tomaba fotos.


Al cabo de unos minutos, el pony soltó un bufido y Viviana se asustó, estallando en llanto.


–Ya está –Pedro las bajó de la silla–. Se acabó el paseo. Vamos a elegir el árbol antes de que empiece a nevar.


–De eso nada. Primero hay que ver a Papá Noel –Paula continuó haciendo fotos–. ¿Verdad que son la cosa más mona que hayas visto nunca?


–Apuesto a que estas niñas quieren sonajeros nuevos para Navidad –la estruendosa risa de Papá Noel aterrorizó a Vanesa.


–Y ahora que las dos han sido concienzudamente traumatizadas, ¿podemos acabar con esto?


–¿A ti qué te pasa? –susurró Paula para que Papá Noel no la oyera.


–No me gustan estas cosas, eso es todo.


–¿A qué te refieres? –ella tomó a Vanesa en brazos.


–Todo este numerito.


–No sabía que no te gustara la Navidad –Paula contempló el horizonte, cada vez más negro.


–No es nada personal, pero mamá murió una semana antes de Navidad y, desde entonces, el recuerdo anula todo lo demás.


–Espero que no me tomes por loca, pero ¿nunca se te ha ocurrido elaborar nuevos recuerdos? Pasaste unas cuantas Navidades con nosotros, y parecías muy contento.


–Porque Melisa siempre me estaba dando la lata para que sonriera –bufó él.


–Lo siento –lo cierto era que Paula recordaba al niño siempre triste. Ella le tomó una mano.


–¿Ves algo que te guste?


–Un cambio de tema muy hábil –Paula se puso de puntillas y lo besó–. ¿Qué te parece si estas Navidades recuerdas los momentos felices con tu madre? Mejor aún, ¿qué te parece si hacemos que estas sean tan perfectas que querrás volver a celebrarla una y otra vez?


–Eres demasiado buena –él la abrazó–. No te merezco.


–Es verdad –bromeó ella–, pero de momento estamos aquí los dos con esos adorables angelitos. ¿Qué tal si fingimos ser una familia?


–¿Eso te gustaría?


Paula tragó nerviosamente. No tenía ni idea de qué quería, aparte de estar con ese hombre. Si él la seguía en el estúpido juego, sería eso, un estúpido juego. Pasado Año Nuevo se marcharía. Y ni siquiera sería una ruptura verdadera. ¿Cómo reclamar a un hombre que jamás había sido suyo?


Y para empeorarlo todo, como siempre sucedía en una pequeña ciudad, el abrazo tuvo testigos. El cliente habitual del bar, Rufus, al parecer trabajaba en la granja y recortaba un arbolito mientras la señalaba con un dedo.












3 comentarios:

  1. Pero qué manera de hacerla sufrir la madre a Pau. Menos mal que todavía está Pedro. Excelentes los 3 caps.

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  2. Muy buenos capítulos! por qué no los dejan vivir su vida!

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  3. Que chusmas dios,muy buenos @rociibell2

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