jueves, 31 de diciembre de 2015

PERFECTA PARA MI: CAPITULO 13





A la mañana siguiente, Pedro se duchó y se puso de nuevo su traje. Prescindió de la corbata y la chaqueta, pues la temperatura en la casa era agradable. Después de descubrir que le iba a ser difícil dormir en la cama hinchable que su anfitriona le había prestado, decidió leer el Plan de Empresa del hotel. Tenía algunos fallos, pero en general presentaba bastante bien la idea de su dueña; y, teniendo en cuenta que el romanticismo volvía a estar de moda, el proyecto no podía considerarse del todo descabellado.


Sentimentalismos aparte, la casa podía ofertar diez habitaciones en las que disfrutar de un ambiente familiar, en un paraje extraño. Como Paula lo había definido: «Tener la posibilidad de perderse en un cuento». Eso era bueno; incluso podría utilizarlo como eslogan publicitario.


Pedro descendió las escaleras a paso ligero pensando que, si bien la idea de Paula no dejaba de ser atrayente, existía un detalle preocupante: los costes. Eran tantos y tan elevados que, aunque la ocupación fuese alta, dudaba que fuese a recuperar la inversión y percibir ganancias en un tiempo aceptable. Aquella era una conclusión a la que estaba seguro que ella también había llegado. Por eso le resultó aún más extraño que hubiese renunciado a la herencia.


«Seguro que mi padre descubrió sus problemas económicos». Esa reflexión le hizo detenerse en el último peldaño. Eso confirmaría la relación de genuina amistad entre ellos. Además, el acto de rechazar el dinero sin negociar por parte de Paula, demostraba que no era interesada.


Su padre le había dejado dinero a una amiga en apuros. 


Esto lo convertía a él, al hijo que nunca veía y quien se ganaba muy bien la vida, en un cretino. Un estúpido que se creía con todos los derechos del mundo a proteger la memoria de un padre que ya no le necesitaba.







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