viernes, 6 de noviembre de 2015

EL SABOR DEL AMOR: CAPITULO 15



Paula estaba saliendo de la farmacia en dirección al lujoso Mercedes que la esperaba fuera cuando un tipo con una cámara corrió hacia ella. Apuntándola con su objetivo, disparó varias veces.


–¿Eres la nueva novia de Pedro Alfonso? ¿Cómo te llamas, cariño? Puedes decírmelo. He visto su coche. ¿Por qué, si no, iba a estar aparcado aquí?


Conmocionada, Paula vio cómo Pedro le abría la puerta del coche.


–¡Entra rápido y no le digas nada a ese idiota! – ordenó él con la mandíbula tensa.


Ella obedeció sin pensar. Nada más sentarse, Pedro arrancó y se alejó del lugar.


–Eso es exactamente lo que no quiero – murmuró él.


–No le habría dicho nada, para tu información – indicó ella, todavía anonadada– . No pensaba decirle mi nombre. ¿Estas cosas te pasan a menudo?


–Demasiado a menudo para mi gusto. Nunca pensé que perdería mi privacidad, pero es curioso cómo te puede cambiar la vida.


Sorprendida por su reflexión, Paula se relajó un poco. Quizá, Pedro no buscaba la fama tanto como la prensa creía. ¿Sería esa la razón por la que había tenido un aspecto tan amargado en la foto de la ceremonia de entrega de premios? La idea de ser seguido de cerca por los paparazzi debía de ser una pesadilla. Esa clase de vida no era algo que ella envidiara. De hecho, le parecía horrible.


–Nunca pensé que diría esto, pero lo siento por ti, Pedro, de veras lo siento. Me alegro de haber dicho que nuestra relación debe ser estrictamente profesional. Por lo que está pasando, es mejor que sea así. Podemos comunicarnos por teléfono.


–No voy a dejar que nadie maneje mi vida y menos, la prensa – advirtió él con una mueca y mirada furiosa– . Dame tu dirección y te llevaré a casa.


Cuando pararon delante de la casa adosada donde vivía Paula, Pedro apagó el motor y echó un vistazo por la ventanilla hacia su jardín, salpicado de macetas con pensamientos en flor. Ella estaba orgullosa de sus flores aunque, sin duda, él estaría pensando en lo vulgar que era aquel lugar, se dijo.


–¿Siempre has vivido aquí?


–Sí. Es la casa donde me crie con mis padres. Cuando mi padre murió, me la dejó a mí.


–¿Y no a tu madre?


–No. No estaban juntos.


–¿Quieres decir que estaban divorciados?


–Sí. Ella se fue con un rico ejecutivo que le prometió una vida mejor – respondió Paula con un suspiro, sin poder ocultar su amargura. Al instante, se sonrojó.


–¿Y ese hombre… le dio una vida mejor?


–Depende de lo que consideres mejor. Que yo sepa, mi madre es feliz. Viven en un pomposo piso en París y ella tiene de todo. Creo que es la vida con la que siempre soñó, la clase de vida que mi padre no podía ofrecerle. Pero se le rompió el corazón cuando lo abandonó y nunca se recuperó.


–Lo siento mucho. Su abandono debió de ser doloroso para ti también, ¿no?


A Paula se le llenaron los ojos de lágrimas.


–Durante un tiempo, sí. Luego, lo superé. Tenía que enfrentarme a la realidad. En cualquier caso, ¿quién necesita a una madre que prefiere los bienes materiales
antes que estar con la gente que la ama?


Pedro se encogió un poco.


–¿A qué se dedicaba tu padre?


–Era contable, y se le daba muy bien su trabajo, por cierto – contestó ella, poniéndose sin querer a la defensiva– . Aunque nunca tuvo la ambición que mi madre quería. En vez de apreciarlo por ser un marido y un padre leal y devoto, le parecía una señal de debilidad que él quisiera pasar tiempo con su familia en vez de trepar en su carrera.


–Dices que tu madre y su marido viven en París. ¿Sabes dónde?


De nuevo, Paula se sonrojó. Sin duda, Pedro conocería el lugar.


–En una zona llamada Neuilly-sur-Seine.


–Si pueden costearse vivir allí, deben de ser ricos. Es la zona más cara de la ciudad.


Ella se encogió de hombros y se desabrochó el cinturón de seguridad.


–No lo sé. Ni me importa.


Antes de que pudiera salir corriendo, Paula oyó que su acompañante se desabrochaba también el cinturón de seguridad. Acercándose a ella, le tomó la mano.


–Antes de que te vayas, creo que tenemos que hablar, ¿no te parece?


Como una polilla atraída por el fuego, Paula se sintió atrapada por la peligrosa llama de sus ojos. Al mismo tiempo, su sensual aroma hizo que se derritiera por dentro. 


Lo único en lo que podía pensar era en la deliciosa sensación de tenerlo dentro. Perpleja, tuvo que admitir para sus adentros que ansiaba con todo su ser repetir la experiencia.


–¿De qué quieres hablar? Si es por la venta de las antigüedades, ya te he dicho que me mantendré en contacto – le espetó ella, aunque no logró disimular su deseo.


–Sabes muy bien que no es de las antigüedades. Tenemos que hablar de lo que acaba de pasar en la tienda.


Ella se obligó a mantenerse firme y no dejar que él adivinara lo que sentía.


–Hemos tenido sexo en el escritorio de mi jefe, eso es lo que ha pasado. Te he dicho que voy a tomar la píldora del día después para asegurarme de no quedarme embarazada, así que no tienes de qué preocuparte. ¿De qué más quieres hablar?


–No creo que sea eso lo único que piensas que hicimos, Paula.


De pronto, él se llevó la mano de ella a los labios.


–Hicimos estallar un volcán allí dentro y su lava nos ha quemado hasta el alma. Si lo niegas, no dudaré en llamarte mentirosa.


Mirándola a los ojos, Pedro se metió el dedo índice de ella en la boca y comenzó a chuparlo.


–¿Qué…? ¿Qué estás haciendo? – dijo ella, y apartó la mano, aunque dudaba que fuera lo bastante fuerte como para resistirse mucho tiempo más.


–Estaba recordando tu sabor – repuso él con una seductora sonrisa– . No logro saciarme de ti.


–Bueno, pues vas a tener que aprender a aguantarte. ¡Yo no puedo permitirme continuar con esta estupidez!


Paula estaba a punto de romper a llorar. No quería quedar como una tonta, así que abrió la puerta y salió.


–Puede que te parezca una estupidez pasar más tiempo conmigo, Paula, pero yo no comparto tu opinión. No me arrepiento de lo que ha pasado, en absoluto. Seguiremos en contacto, te lo aseguro.


Ella no contestó. Cerró la puerta del coche de un portazo y se dirigió derecha a la casa. Mientras lo oía alejarse en el coche, las lágrimas comenzaron a brotar.







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