martes, 27 de octubre de 2015

MI FANTASIA: CAPITULO 5




Solo en su despacho de pie junto a la ventana,Pedro observó a Paula Chaves alejarse en su coche. La curiosidad lo llevó directamente a su habitación, para ver si se había ido definitivamente. En su experiencia, todo el mundo se iba tarde o temprano.


Pero no en este caso. El camisón blanco que llevaba la noche anterior estaba doblado al pie de la cama. Aunque la tela revelaba pocos detalles, habían sido suficientes para
tenerlo en vela toda la noche. Se acercó a la cama y acarició la tela, que era tan suave como su piel. Eso lo sabía, aunque no la había tocado. Todavía. Pero lo haría.


Había tomado una decisión: atraerla a su mundo con un plan cuidadosamente meditado que la llevaría hasta la oscuridad que él había creado. Quizá al principio ella tuviera reticencias, pero estaba seguro de que se entregaría a él sin reservas. Paula le proporcionaría una válvula de escape a sus remordimientos; sería una forma de olvidar
temporalmente lo que no había hecho. Y más significativamente, lo que había hecho... a Celeste.


Quince minutos más tarde, Paula entraba en St.Edwards y aparcaba delante de Antigüedades Abby's, un local que había visitado varias veces durante su breve estancia en la ciudad, y empujaba la puerta de cristal.


Al oír la campanilla de la puerta, la propietaria, Abby Reynolds, una mujer de cuarenta y tantos años, de pelo castaño y afables ojos avellana, levantó la cabeza y le sonrió.


-Hola, señora Chaves. Creía que se había ido.


-Resulta que voy a quedarme una temporada -dijo Paula, yendo hacia ella por el pasillo totalmente a rebosar de antigüedades-. ¿Recuerda el anunció que me enseñó? Es una plantación no muy lejos de aquí, y me han contratado para supervisar una restauración completa.


-Maison de Minuit -dijo la mujer con cierta aprensión, mirándola con el ceño fruncido-. Será un reto importante.


-Si, lo sé, y por eso he venido -Paula dejó el bolso en el mostrador y unió las manos-. ¿Conoce algún contratista que esté dispuesto a ocuparse de ello?


La mujer negó con la cabeza.


-Aquí no encontrará a nadie dispuesto a ir allí.


Lo mismo que Eloisa le había dicho poco antes.


-¿Qué tiene ese lugar que todo el mundo lo evita como si fuera una leprosería?


-Bueno, tenemos el caso de los amantes que murieron allí, y después de ellos fue la mujer que practicaba vudú. Y el loco de Giles Morrell, que afortunadamente no vivió aquí mucho tiempo. Elija.


Paula se preguntó si Laura sería uno de esos amantes.


-¿Conoce más detalles? Como nombres y cosas así. Le gustaría saber más sobre la historia de la plantación.


-Yo sólo llevo aquí un par de años -dijo Abby-, pero he oído a la gente Hablar, aunque todos tienen mucho miedo. También está la mujer que desapareció misteriosamente hará como un año.


-¿Qué mujer? -Paula apenas podía ocultar su inquietud.


-Por lo visto Pedro Alfonso estuvo encerrado con ella más de un año prácticamente sin salir. Ralph Alien, que solía ir a entregar paquetes todas las semanas, dice que la vio un
par de veces en una ventana del piso de arriba.


Paula no podía creer que Pedro tuviera a una mujer misteriosa rara en un dormitorio.


Era una idea totalmente ridicula. Pero sin embargo...


-¿Y se fue?


-Sí. Nadie la vio, pero por lo visto desapareció. Y de repente la entrega de paquetes también se interrumpió. Ralph asegura que una mañana al pasar por allí vio el coche del
forense.


-¿La joven murió?


Abby cambió el peso de una cadera a la otra, claramente incómoda.


-No hay pruebas de nada, pero el señor Alfonso tiene dinero de sobra para comprar el silencio de quien sea, así que supongo que todo es posible. Si la quería muerta, podía
haberlo encargado.


Paula no veía a Pedro como un asesino, pero lo cierto era que no sabía nada de él, a excepción de que era un hombre muy atractivo y con una fuerte personalidad.


-Quizá se fue por voluntad propia.


-O quizá era un fantasma -dijo Abby, sonriendo-. De todas maneras, si me entero de alguien que conoce la historia de la plantación, la avisaré.


Paula rebuscó en su bolso hasta encontrar un bolígrafo y un trozo de papel, donde anotó un número de teléfono que entregó a la mujer.


-Este es el número de mi móvil. Puede llamarme a cualquier hora.


Abby sacó una hoja de debajo del mostrador y empezó a escribir.


-Le daré la dirección de una amiga mía, Linda Adams. Vive en Baton Rouge y es especialista en restauración de antigüedades -le dijo, entregándole la hoja-. Su marido es
contratista, y ha trabajado en la restauración de algunas casas históricas de la zona, asi que es probable que él esté dispuesto a ayudarla.


-Muchas gracias -dijo Paula, guardando la nota en su bolso-. Iré a verles hoy mismo.


Después de despedirse, Paula subió a su coche para ir a Baton Rouge, pero antes de arrancar oyó un nombre de mujer. El nombre no le sonaba de nada, pero la voz que
habló sí.


Era la voz de Pedro Alfonso



*****

-¿Quién es Celeste?


Paula observó la expresión primero de incredulidad y después de cautela de su interlocutora.


-¿Dónde ha oído ese nombre? -preguntó Eloisa.


- En la ciudad -dijo Paula sin atreverse a confesar que había sido en su mente. Eloisa la miró con suspicacia.


-No puede ser. En la ciudad nadie sabía nada de ella.


-Creen que aquí vivía una mujer llamada Celeste con el señor Alfonso, y que se fue. Algunos dicen que murió.


Eloisa dejó el tenedor, apartó del plato y unió las manos delante de ella encima de la mesa.


-Primero, no debe creer todo lo que le digan, Paula -le advirtió-. Y segundo, no se quién le ha hablado de ella, pero yo en su lugar, no volvería a mencionar su nombre. Nunca.


Paula no podía ignorar el tono categórico de la mujer, ni su ira, y prefirió cambiar de conversación.


-He ido a Baton Rouge y he hablado con una mujer que está dispuesta a ayudarme con la restauración del mobiliario. Su marido vendrá a hacer un presupuesto sobre la casa, pero está ocupado hasta la semana que viene.


Eloisa sonrió, agradecida.


-Ha conseguido muchas cosas en un día.


-También he ido al registro y me han dicho que si tienen los planos de la casa, tardarán unos días en localizarlos. ¿Sabe si aquí hay alguna copia que pueda utilizar?


—Estoy segura de que Pedro tiene que tenerlos, aunque tendrá que preguntarle a él -le informó-. También es probable que haya documentos antiguos en el desván. Si le
interesa, es la puerta que está al final de pasillo, más allá del despacho. Puede explorar todo lo que quiera, si se atreve, claro.


-Creo que lo haré en los próximos días.


Cuando terminó de cenar, Eloisa se puso en pie.


-Tengo que hablar con Pedro antes de que se retire.


Probablemente para hablarle de su nueva empleada, pensó Paula. Pero no le importaba.


De momento no había hecho nada malo aparte de mencionar el nombre de Celeste, un asunto sobre el que sin duda Eloisa sabía mucho más de lo que estaba dispuesta a
contarle. Un misterio que podía quedar sin resolver a menos que ella tomará la decisión consciente de lo contrario.


No, se dijo. No se metería en la mente de nadie para obtener una información que de otro modo le era negada. Lo había hecho con anterioridad, y había sufrido enormemente por ello. Si descubría algo, no sería por adentrarse en los pensamientos de Pedro.







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