domingo, 12 de julio de 2015
UNA MUJER DIFERENTE: CAPITULO 21
Solo mirarlo hizo que Paula sonriera. Sintió un nudo en la garganta.
—Es precioso, Pedro —susurró.
—Me complace que te guste —respondió con sinceridad. La felicidad que veía en la cara de Paula lo satisfacía más de lo que habría imaginado.
Durante los últimos dos días, mientras ella se ocupaba en evitarlo, él había repasado todo lo sucedido recientemente, tratando de situar el punto exacto en el que había comenzado a equivocarse en su trato con ella. Reflexionó en la primera noche que había ido a la casa de Paula. Y de pronto recordó el jersey que había estado tejiendo.
En ese entonces no le había prestado atención, aunque en los dos últimos días había pensado mucho en él.
Había sido demasiado grande para una mujer. Quizá fuera para su nuevo amigo, Jay, pero no lo creía. El marrón oscuro era un color que Pedro lucía a menudo... el mismo color que la bufanda que le había tejído el año anterior. Con todo eso, había llegado a la conclusión de que se lo estaba tejiendo para él. Se había tomado muchas molestias para hacerle ese jersey y no quería privarla del placer de regalárselo.
Pero comprendió que quizá le resultara incómodo entregárselo con todo lo sucedido en los últimos tiempos, por lo que decidió facilitarle la tarea.
—¿Tú no tienes algo para mí? —preguntó con desparpajo.
—¡Oh! Sí, lo tengo —a regañadientes dejó el ángel y fue a una mesa junto a una silla, donde tenía varios regalos.
Con el ceño fruncido, Pedro notó que eran regalos pequeños. Demasiado pequeños e idénticos para un jersey.
Ella seleccionó uno al azar y se lo entregó. El lo abrió para encontrar en su interior una pluma de oro.
—¿Una pluma? —la miró.
—¿No te gusta?
—Sí, sí... es bonita, pero... —frunció el ceño—. ¿Aquel jersey que tejías no era para mí?
Ella movió los ojos, como si fuera a mentir. Pero luego admitió con voz tensa:
—Sí. Pero cambié de idea.
Pedro adoptó una expresión de triunfo. ¡Lo había tejido para él!
—Vamos, Paula —instó—. No es justo que cambies de idea y no me lo des. Me gustaría tenerlo.
Ella miró un momento los ojos divertidos de él, luego la expresión confiada de la boca.
—De acuerdo —concedió—. Entonces podrás tenerlo.
Fue hasta una cesta que había junto a la chimenea y sacó una gran bola marrón. Se la arrojó.
Pedro la recogió con gesto automático y miró la madeja sorprendido.
—¿Este es mi jersey?
—Cometí un error mientras lo tejía. Lo corregí.
—Debió de ser un error muy grande —comentó secamente Pedro—, y una corrección exhaustiva —por primera vez comprendió que conseguir que cambiara de parecer no iba a ser tan fácil como había pensado al principio. La miró—. Paula...
Sonó el timbre.
—Oh, los otros ya han llegado —fue a la puerta.
Hasta ese momento él no había creído la historia de Paula de que había invitado a unos amigos a decorar el árbol. Pero llegó a la conclusión de que también en eso se había equivocado al ver entrar en el apartamento a una mujer pequeña y de pelo oscuro acompañada de un hombre alto y rubio.
—Espero no habernos atrasado mucho —comenzó la mujer—. Samuel acaba de llegar de la tienda y... ¡Oh! —calló al ver a Pedro y miró de reojo a su amiga—. Tú debes ser...
—Pedro —dijo él, dejando la pluma y la madeja de lana para adelantarse con la mano extendida—. ¿Y tú eres...?
—Es Jay, Pedro. Jay Leonardo —intervino Paula sin mirarlo a los ojos—. Sé que me has oído mencionarla. Y te presento a su novio, Samuel McNally.
«Así que esta es la Jay que ha estado pasándome por las narices», pensó Pedro. Debería haberlo imaginado.
Estaba impaciente por provocarla por ese pequeño engaño.
—Encantado de conoceros —estrechó la mano de la pareja. De pronto todo adquiría otro matiz optimista. Volvió a sonar el timbre.
Cuando Paula fue a abrir, se encontró con un pino. Un árbol enorme y majestuoso de un verde resplandeciente.
Un hombre se asomó por detrás de una de sus ramas.
—¿Paula? —dijo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario