miércoles, 13 de mayo de 2015

EXOTICA COMPAÑIA: CAPITULO 21




Después de quedarse en la oficina hasta tarde durante dos días seguidos, Paula llegó a casa para enfrentarse a un hogar vacío y su enloquecedor silencio. Ya había oscurecido. Se cambió de ropa, sacó la linterna y fue a alimentar y dar agua a sus animales. Estaban especialmente ruidosos, como si la castigaran por la tardanza. El ganso no le prestó atención y se dedicó a nadar en el estanque durante treinta minutos. Sin embargo, al final la perdonó y la siguió en la última ronda.


Los coyotes y los lobos le aullaron a la luna que flotaba en el cielo como una gigantesca bola de neón. El quieto aire nocturno trasladó los sonidos por los pastizales y Paula maldijo al oír el sonido de patas en la distancia.


Si sus intentos de reparar las vallas de Pedro no aguantaban, el ganado estaría pastando en los arcenes. 


Recordó lo que había dicho Pedro acerca de los accidentes. Iba a sentirse personalmente responsable si sus animales chocaban contra una furgoneta.


Una vez finalizadas las tareas nocturnas, entró en la casa, ansiosa por ir a comprobar las vallas y a los rebaños asustadizos. Bebió un vaso de agua, recogió las llaves del coche y se preguntó si no usaba eso como excusa para huir de la casa tan silenciosa. Además, no quería que Pedro regresara de su misterioso viaje y encontrara a sus reses diseminadas y se presentara lleno de quejas.


Abrió la puerta delantera y trastabilló cuando Pedro le golpeó la frente con los nudillos. Parecía tan sorprendido como ella.


Le dio la impresión de que ya había vivido esa escena. Él había vuelto. Probablemente para quejarse.


«¡Diablos, otra vez!», pensó Paula.





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