domingo, 31 de mayo de 2015

EL HIJO OCULTO: CAPITULO 7




Paula estaba de pie en la cocina, hablando con el gato.


—Tenías razón acerca de Pedro, Marty. Debería haberme fiado de tus instintos en lugar de los míos. Pedro Alfonso, por muy rico que sea, es muy pobre tanto emocional como moralmente. Es un hombre despiadado y despreciable. Lo odio —el gato ronroneó como si estuviera de acuerdo—. Ahora eres mío, y tú y yo nos vamos.


Agarró al gato y lo metió en el transportín después recogió la bolsa donde estaba el joyero y salió del apartamento sin mirar atrás. Tenía las maletas en el recibidor y su coche estaba aparcado en la puerta.


Paula le dio las gracias al portero por ayudarla a meter las maletas en el coche y colocó el transportín en el asiento de atrás antes de sentarse al volante.


El día después de sufrir el aborto, Pedro estaba en el hospital cuando el doctor Norman le dio el alta. Destrozada por la pérdida, estaba demasiado débil para resistirse al ofrecimiento de Pedro de llevarla al apartamento.


El doctor Marcus le había asignado una enfermera para que se quedara con ella el fin de semana, aunque Pedro había insistido en que él podría cuidar de ella. La semana siguiente Paula tenía una cita en la clínica privada de Marcus para hacerse un legrado y después de que la enfermera y Paula le insistieran para que se marchara, Pedro había partido hacia Grecia para asistir al cumpleaños de su padre.


—Tienes mi número de teléfono móvil —había dicho él—. Llámame si me necesitas. Volveré el domingo por la noche. Cuenta con ello —después le prometió que la acompañaría a la cita del médico la siguiente semana, le dio un beso de despedida y se marchó.


Había llegado el lunes, la enfermera se había marchado y Pedro no había regresado. Paula había intentado contactar con él la noche anterior y una tal Christina, su secretaria, había contestado su teléfono. Tras una esclarecedora conversación, Paula decidió que se marchaba a casa...


No podía creer que hubiera Sido tan débil como para permitir que Pedro la engañara de nuevo... «Nunca más», se prometió en silencio.


El amor y la ternura que creía que sentía por él se habían convertido en frío y amargo desdén, así que hizo lo que él esperaba que hiciera una amante. Se había llevado todo lo que él le había dado, incluido el coche.


No podía equipararse al precio de haber perdido un hijo.






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