viernes, 10 de abril de 2015

SECRETARIA Y AMANTE: CAPITULO 2




Paula acababa de cortar con su amiga Estefania cuando un ruido proveniente de la parte delantera de su automóvil le indicó que algo no estaba andando bien.


Dejó el teléfono móvil sobre el asiento del acompañante y se detuvo a un costado del camino. Odiaba que aquello le pasara; hacía apenas dos semanas que había regresado a Belmont y aquel auto viejo que había pertenecido a su padre ya le estaba dando problemas.


Se bajó y observó que ya era casi la una de la tarde. 


Estefania le había dicho que su hermano la esperaba a las seis en su consultorio; tenía aún muchas horas antes de
su cita de trabajo pero tenía que ir hasta su casa, darse un baño, comer algo, llevar a su sobrina Ana a su clase de danza y regresar a tiempo para la entrevista con el
pediatra hermano de su amiga de la infancia.


Levantó el capó de su auto y cuando vio el humo salir de su interior supo que las cosas estaban peor de lo que había creído.


—¡Maldición! —profirió dándole una patada al neumático que tenía más cerca.


Observó a su alrededor, la zona en la cual su querido auto había decidido jugarle aquella mala pasada no era de las más concurridas de Belmont y ella lo lamentó.


No le quedaba más remedio que llamar a una grúa pero hacía solo dos semanas que había regresado a la ciudad después de trece años y no conocía a nadie que tuviera
un taller mecánico. No había ningún local cerca, por lo tanto tampoco conseguiría una guía telefónica en donde buscarlo.


¿Por qué tenía que pasarle eso justamente a ella? Se preguntó mientras se llevaba una mano a la cara para cubrirse los ojos ya que los rayos de sol de aquel
mediodía no le permitían ver muy bien.


Regresó a la parte delantera de su auto y observó con atención las distintas piezas que circundaban el motor que seguía lanzando humo. No entendía de mecánica ni
mucho menos pero bien podría fijarse cual era el problema y quizá, si tenía suerte, mucha suerte podría solucionarlo ella misma. Se agachó y apoyó ambas manos en el auto.


¿A quién quería engañar? Podía estar allí, mirando aquello 
durante horas, incluso días y jamás lograría descubrir cual era el problema.


Paula estaba tan absorta en su investigación que ni siquiera se dio cuenta que alguien se aproximaba.





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