miércoles, 15 de abril de 2015

SECRETARIA Y AMANTE: CAPITULO 19




Pedro abrió la puerta de su habitación y Paula ya no estaba oculta detrás de las cortinas, tampoco estaba en la cama.


—¿Pau, dónde estás?


Paula lo escuchó llamarla desde el cuarto de baño; era la segunda vez que la llamaba de esa manera y ella creyó o al menos quiso creer que ese simple detalle significaba que tenían ahora un lazo más íntimo y que no se trataba solo porque ya habían hecho el amor.


—Estoy aquí; enseguida salgo —respondió sin abrir la puerta que comunicaba el cuarto de baño con la habitación—. ¿Por qué no te acuestas y me esperas?


Pedro se excitó de solo escucharla. Sin perder un segundo se quitó el pantalón de su pijamas para esperarla completamente desnudo y se arrojó a la cama.


—¿Vas a tardar mucho más? —preguntó él clavando sus ojos verdes en la puerta cerrada.


En ese preciso momento se escuchó el clic del picaporte cediendo y Paula apareció ante sus ojos.


Ella solo vestía las bragas que él se había robado de su cuarto unos días antes; la imagen de Paula con el cabello cayendo a ambos lado de su rostro cubriéndole los senos era simplemente divina.


Pedro le sonrió mientras se llevaba una mano al pecho y levantaba la otra.


—Me has pescado; confieso que me robé tus bragas y… —hizo una pausa que a Paula le pareció eterna—, no me arrepiento de haberlo hecho. Si quieres castigarme, de la manera que sea, estás en todo tu derecho.


Paula se acercó balanceándose seductoramente, plenamente consciente de que él ya estaba bajo su poder. 


Se detuvo a un lado de la cama y lo observó. Sus ojos se
detuvieron en su miembro que ya estaba completamente erecto, luego lo miró directamente a los ojos y le dijo:
—¿Estás dispuesto a pagar tu delito de cualquier manera? —se arrodilló encima de la cama y se echó el cabello hacia atrás dejando a la vista la magnificencia de sus pechos turgentes.


Pedro respiró hondo antes de responder.


—Soy todo tuyo, dulzura.


Paula no necesitó nada más para subirse a horcajadas de él. 


Dejó su cuerpo separado del cuerpo de Pedro para dilatar el momento; ahora era su turno de marcar el ritmo.


—Pau… —suplicó Pedro al ver que ella estaba encima de él pero que apenas lo tocaba.


Ella le puso dos dedos en la boca.


—Shhh… no digas nada. Estás castigado, doctor Alfonso… ¿acaso lo has olvidado?


Pedro comenzó a respirar más ligero, sus manos descansaban ahora a ambos lado de su cuerpo y cuando atinó a tocarla ella le hizo señas de que no lo hiciera.


¡Cielos! ¡Va a matarme si no hace algo ya! Pensó Pedro al ver que ella comenzaba a moverse hacia arriba y hacia abajo pero sin siquiera tocar su verga que a esas alturas estaba tan dura y caliente como una vara de metal que había sido expuesta a un fuego intenso.


—Pau… por favor —intentó suplicar una vez más pero ella lo miraba desafiante, complacida de ser quien tenía el control absoluto de toda la situación.


Pero de golpe y porrazo, aquel juego ardiente y provocador fue interrumpido por una aparición inesperada.


—¡Pedro! ¿Estás en casa?


La voz de Estefania llegó fuerte y clara hasta la habitación de Pedro y Paula se quedó petrificada al escuchar la voz de su amiga.


—¡Hermano, sé que estás porque tu motocicleta y tu auto están estacionados a un lado de la casa!


La voz de Estefania estaba cada vez más cercana y eso hizo que Paula se bajara de un salto de la cama y corriera en busca de su ropa que a esas alturas ya ni recordaba en donde se encontraba.


—Allí, a un lado del sillón de mimbre —le indicó Pedro adivinando lo que ella buscaba con tanto afán.


Paula se dirigió hacia allí y comenzó a vestirse a toda prisa.


—¡Por favor, Pedro, no permitas que Estefy me vea así! —le pidió antes de que él se dispusiera a salir de la habitación.


—Tranquila, saldré a hablar con ella, tú quédate aquí.


Paula asintió con la cabeza y una vez que se quedó sola, se sentó en la cama a esperar.


Pedro mientras tanto salió en busca de su hermana. La encontró en la terraza.


—¡Por fin! ¿Qué estabas haciendo que no salías? Se acercó y le dio un beso en la mejilla. — ¿No te has levantado aún? —preguntó observando que él llevaba el pantalón de su pijamas solamente.


—Pues… no —respondió él acomodándose el cabello—. ¿Qué raro tú tan temprano por aquí?


—¿Acaso no puedo hacerle una visita matutina a mi hermano favorito?


—¡Claro que si, es solo que no te esperaba!


Estefania no era tonta y de inmediato percibió el estado en el que se encontraba su hermano, demasiados nervios para una tranquila mañana de martes.


—Vine a preguntarte por Paula.


—¿Por Paula? ¿Qué sucede con ella? —preguntó echando una rápida mirada hacia la puerta cerrada de su habitación.


—No sucede nada con ella, solo quería saber como le había ido en su primer día de trabajo y que te había parecido —dijo sentándose en uno de los sillones de mimbre de la sala.


—Lo ha hecho muy bien, estaba un poco nerviosa por ser su primer día pero creo que es normal.


—¿No te arrepientes entonces de haberme hecho caso? —inquirió con una sonrisita triunfadora instalada en su rostro.


—Si lo que quieres oír es que tenías razón, pues si, la tenías.Paula sin dudas es una excelente secretaria y no puedo quejarme.


—¡Eso exactamente quería oír, hermanito! —Exclamó poniéndose de pie—. Ahora me marcho porque creo que llegué en un momento algo inoportuno —añadió mirando hacia la habitación de Pedro.


Él no hizo ningún comentario al respecto, prefería que su hermana sacara sus propias conclusiones.


—¿Te gustaría almorzar conmigo, Estefy?


—Otro día, Pedro, tengo planeado un almuerzo ya para hoy.


—Está bien, como quieras —le dio un beso en la frente a su hermana—. Nos vemos,Estefy.


—Si, adiós. 


Estefania se marchó de la casa de Pedro completamente convencida que había una mujer escondida en su cuarto.


Ahora solo le faltaba averiguar quien era la nueva víctima que había caído bajo la seducción de su hermano.





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