martes, 28 de abril de 2015
REGRESA A MI: CAPITULO 4
En un primer momento, Camila no se fijó en él. Quizás porque fuera más tímido que el resto o porque estuviera más asustado, el caso es que estaba casi oculto, en el rincón más alejado. A ella le gustaban todos, pero esa vez no iba de visita, sino a elegir a su perro, se dijo. Por eso, en cuánto lo vio supo que al fin había encontrado a su alma gemela perruna.
Se acercó a él y estiró sus manitas ante el morro, como le había enseñado Lourdes, para que la olfateara y supiera que era su amiga. El animalillo se fue acercando a ella, estirado sobre su barrigota. Debía de tener un poco de miedo.
—Ése —dijo a voz en grito señalándolo.
Las dos mujeres la miraron desde lejos.
—¿¡Estás segura!?
Miró a su madre con extrañeza. Pues claro que lo estaba.
—A lo mejor hay otro que te gusta más, Camila —insinuó Lourdes.
Ya entendía lo que querían decir las dos. No les gustaba el perrito que ella había elegido, pero no le importaba. A ella le parecía el más bonito que hubiera visto jamás.
—No. No hay ninguno que me guste más. Bueno, me gustan todos pero mamá ha dicho sólo uno…
—Eso es, mi niña. Sólo uno.
Lourdes entró en el recinto, se agachó, cogió al animal en brazos y lo sacó de la jaula. A Camila le dio pena que temblara tanto. Pensó que esa noche se olvidaría del decálogo que tanto esfuerzo le había costado escribir de su puño y letra, lleno de dibujos de animales, y le metería con ella en la cama. Estaba claro que tenía frío y ella no iba a consentir que el pobrecito sufriera.
—Camila —Lourdes estaba tan seria que asustaba—. Tendrás que cuidarle bien. Ocuparte de su comida y apuntar en el calendario cuando le tocan las vacunas, ¿de acuerdo?
—¡Pues claro! Ya sé que no lo vacunamos más hasta el año que viene.
—Eso es, pequeñaja. ¡Qué lista eres!
La cogió en brazos y giró con ella. A Camila le encantaba Lourdes. Siempre olía a perro.
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