domingo, 31 de octubre de 2021

SIN ATADURAS: CAPÍTULO 41

 


Pedro temió no volver a respirar normalmente nunca más. Siempre se había preocupado de que sus parejas disfrutaran, y en aquella ocasión se había esforzado especialmente.


Pero debía enfrentarse a la incómoda verdad de lo sucedido. No solo había tenido relaciones sexuales con Paula. También le había hecho el amor, algo tan novedoso para él como para ella. Mientras la tenía entre sus brazos habría hecho cualquier cosa por ella, lo que suponía una pérdida de la propia voluntad que nunca había experimentado hasta entonces. Era posible que Paula hubiera perdido la virginidad, pero él también había perdido algo, algo que ahora poseía ella y que no sabía si lograría recuperar alguna vez, un trozo de su corazón de cuya existencia se había hecho consciente tras aquella experiencia.


–¿Te gusta dormir aquí? –preguntó Paula perezosamente, estirándose a la vez que dejaba escapar un gemidito que hizo que la sangre le ardiera de nuevo en las venas a Pedro.


–Tiene muy buenas vistas –contestó él sin pensar.


Desde su ventana podía ver la del dormitorio de Paula.


–¿Me has estado espiando? –preguntó ella con una risita.


–Te he visto en el jardín algunas veces, ya lo sabes.


Pedro carraspeó, esperando que Paula no creyera que la había estado observando porque estuviera colado por ella, o algo así.


Paula apoyó un codo en la cama para erguirse y mirarlo.


–Deja de preocuparte, Pedro. No voy a enamorarme de ti –dijo en tono burlón.


Pedro se quedó mirándola un momento, perplejo. ¿Desde cuándo era un libro abierto?


Paula sonrió, divertida y feliz.


–Ya te dije anoche que no voy a pedirte nada más.


Pedro pensó que eso estaba bien… aunque lo cierto era que sí quería más. Más de lo mismo.


Paula se inclinó hacia él.


–Por fantástica que haya sido esta experiencia, y por muy guapo que seas, ya sabes que no estoy interesada en una relación.


Pedro consiguió asentir mientras recordaba la de veces que él había dicho aquello mismo en el pasado.


–Solo ha sido una aventura de una noche –añadió Paula.


–Claro –dijo Pedro a la vez que simulaba una sonrisa.


Sin embargo, la que le devolvió Paula fue totalmente genuina.


–Estupendo. En cuanto acabe la temporada me voy de aquí. Voy a reservar el billete en cuanto pueda.


–¿En serio?


–Sí, así que haz el favor de no dejar el alquiler ahora. Necesito el dinero para pagarme el viaje.


–No lo dejaré.


–Estupendo –Paula salió de la cama rápidamente–. Aprecio realmente el esfuerzo que has hecho. Gracias.


¿De manera que eso era todo? ¿Le había ayudado a perder la virginidad y ella le agradecía el esfuerzo? Algún día comprendería que la experiencia sexual que habían tenido había sido increíblemente intensa comparada con la media…


Pedro trató de controlar la dirección que estaban tomando sus pensamientos, porque pensar en Paula en brazos de algún otro hombre no era lo que más le apetecía en aquellos momentos.


De pronto vio que Paula bajaba la mirada hacia las sábanas y se ruborizaba.


–Siento lo de…


Pedro siguió la dirección de su mirada y cubrió rápidamente la mancha roja que había en la sábana.


–Olvídalo –dijo, pero era como si Paula ya lo hubiera olvidado. Resultaba irónico que fuera él quien sintiera que había perdido la inocencia emocional. Pero no podía sentirse utilizado, porque Paula había dejado muy claro desde un principio lo que quería, y era lo mismo que él quería. Sus deseos habían convergido y ahora todo había acabado.


Paula se puso el vestido sin molestarse en ponerse antes las braguitas y el sujetador. Pedro trató de no excitarse viéndola, pero fracasó.


–¿Te vas? –preguntó.


–Sí, y tú tendrás que irte a trabajar luego, ¿no? Además, tengo cosas que hacer en el jardín.


¿Prefería trabajar en el jardín a pasar más tiempo en la cama con él? Aquello habría enfriado a cualquiera. Un minuto después de que Paula hubiera salido de la habitación, Pedro se levantó. No podía pasarse el día observándola desde la ventana.



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