domingo, 3 de octubre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 32

 


Había dormido sorprendentemente bien después del revuelo en el que había terminado la velada. Por suerte, Facundo estaba en su dormitorio con la luz apagada, pero con la televisión puesta. Ella no había querido molestarlo. En realidad, no había querido enfrentarse a sus recriminaciones.


Lo único que tenía que hacer era decidir lo que se iba a poner aquel día para ir a trabajar. Se decidió por un vestido inspirado en los años cuarenta con un profundo escote en uve y mangas tres cuartos. Después de cepillarse el cabello y de aplicarse un ligero maquillaje, se dirigió a la cocina.


Para su sorpresa, Facundo ya estaba allí.


–Anoche regresaste muy tarde a casa –dijo mientras ella se servía una taza de café–. ¿Estuviste trabajando hasta tarde en la oficina?


–No. Salí a cenar. No te molesté cuando entré, ¿verdad?


–¿Molestarme? –replicó él con una carcajada irónica–. Bueno, eso depende de con quién cenaras, ¿no te parece?


–¿Por qué iba a depender de eso?


–Estuviste con él, ¿verdad? Y mírate esta mañana. Eso es nuevo. ¿Te lo ha comprado él?


–El señor Alfonso y yo acordamos que mi antiguo guardarropa era algo inapropiado para mi nuevo papel. Él, muy amablemente, se ofreció a rectificarlo.


–¿Tu nuevo papel? ¿Y qué papel es ese exactamente, Pau? ¿Cuánto tiempo falta para que te tenga calentándole las sábanas?


–¿Cómo te atreves a hablarme de ese modo? Yo no soy así y lo sabes.


–Sí, pero la hermana que yo conozco no falta a su trabajo todo el día, ignora su teléfono móvil y entra en casa a hurtadillas para que no me entere.


El móvil. Dios. No se le había ocurrido mirarlo en todo el día.


–Lo siento. Estaba distraída.


–Por él.


Facundo pronunció aquellas dos palabras como si fueran veneno.


–Sí, por él. Sin embargo, me gustaría que recordaras, Facundo, que sólo acepté este trabajo para que tú mantengas el tuyo. Sé que no te gusta, pero es así. No nos podemos permitir perder ninguno de nuestros trabajos. Sabes tan bien como yo que trabajar para Empresas Cameron es lo único que nos mantiene la cabeza fuera del agua.


–No me gusta, Pau. Sólo lleva a tu alrededor dos días y ya te ha cambiado. No es sólo la ropa, sino el cabello y… ¿Llevas lentillas? ¿Y eso por qué? ¿Acaso no eras antes lo suficientemente buena para él?


–Como su prometida, se esperará que tenga un cierto aspecto. Además, no creo que yo pueda protestar dado que él lo pagó todo.


–¿Todo? Entonces, supongo que ya no veré más algodón blanco en la ropa sucia.




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