viernes, 17 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 48

 

Crees que la justicia es más importante que la clemencia


Paula leyó una vez más el artículo del periódico de la mañana en el café, y observó la fotografía de Pedro con aspecto de abogado agresivo. Luego volvió al apartamento, vio las noticias en televisión y las escuchó en la radio. La sangre le hirvió al oírle contestar a las preguntas de los periodistas a la salida del juzgado y se reafirmó en la idea de que no debía haberse relacionado con un hombre como aquél.


Pedro subió las escaleras del local con una extrema sensación de alivio, y habiendo olvidado completamente su decisión de romper con Paula. Sólo pensaba en olvidar el caso y sentarse a observar a Paula y relajarse.


La vio en cuanto entró, pero en lugar de la sonrisa con la que ella solía recibirlo, desvió la mirada y dedujo que pasaba algo. En cuanto ocupó su taburete habitual, ella le dejó con brusquedad un vaso delante.


–No pensaba pedir whisky.


–¿Ah, no? –dijo ella con desdén. Y ante los atónitos ojos de Pedro, se lo bebió de un trago.


–No hace faltas ser un genio para adivinar que estás enfadada.


–¿Tú crees? –Paula dejó el vaso con fuerza en la barra.


Pedro suspiró, consciente de que buscaba pelea, pero él no tenía la menor gana.


–Escucha, no tengo fuerzas para jugar a adivinanzas. Así que será mejor que digas qué pasa.


–Mi problema, es su caso, señor abogado.


–Hablas como una serie policial. ¿Qué quieres decir con «mi caso»?


–¿Cómo es posible que defiendas a ese monstruo?


Pedro se puso alerta. Así que se trataba de algo profesional, no personal.


–¿Monstruo?


–Sí, un asqueroso que puso algo en la bebida de una mujer y abusó de ella.


–¿Has oído hablar de la presunción de inocencia?


–Es culpable.


–No sabía que fueras juez.


–¿Por qué lo defiendes? –preguntó ella, airada.


–Porque creo que es inocente. Y aunque no lo fuera, merecería un juicio justo.


–¿Te refieres a encontrar alguna triquiñuela legal para que lo declaren inocente? ¿Y la víctima? Cuestionaste su vida privada para hacerla parecer sospechosa, hasta que se derrumbó.


Pedro fue a decirle que estaba demasiado cansado, pero le bastó observarla para darse cuenta de que no podía dejarlo pasar. Había visto a Paula enfadada y nerviosa, pero nunca tan agotada ni tan… dolida. Algo le indicó que Paula había pasado por una situación personal que le hacía solidarizarse con la víctima.


–Es mejor que sigamos esta conversación en privado –dijo, tomándola del brazo y yendo con ella hacia el despacho.




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