miércoles, 15 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 42

 

Paula nunca se había sentido tan próxima a nadie, ni había experimentado un deseo tan intenso. Sus cuerpos se movieron al unísono sin que ninguno de los dos pareciera dispuesto a romper el contacto visual.


Los movimientos de Pedro replicaban los de ella, cada vez más profunda e intensamente. Y cuanto más intentaba mirar en otra dirección, más imposible le resultaba. Entonces su cuerpo decidió por ella, y sus ojos se cerraron al alcanzar el éxtasis mientras de sus labios escapaba el nombre de Pedro una y otra vez.


Cuando volvió a abrirlos, él seguía mirándola y ella lo besó apasionadamente, anhelando devolverle el placer que él acababa de proporcionarle, aunque con ello desvelara cuánto lo necesitaba. Ya lo sabía y no tenía sentido ocultarlo. Así que lo acarició y le susurró al oído lo que le gustaba que le hiciera, preguntándole qué deseaba de ella. Hasta que el cuerpo de Pedro se tensó antes de que emitiera un gemido que ella absorbió al tiempo que lo abrazaba con fuerza mientras alcanzaba el clímax, y ella, una segunda vez, con él.


Durante un largo rato, todavía temblorosa y en las nubes, ocultó el rostro contra el cuerpo de Pedro.


–No sé tú, pero yo todavía no estoy cansado –dijo él finalmente.


–Yo tampoco –de hecho, Paula pensaba que no volvería a dormir nunca.


La adrenalina le corría por las venas.


–¿Te queda energía para quemar?


¿Cómo podía hablar tan frívolamente del sexo más espectacular posible? ¿Quizá porque para él no lo era? Y si era así, también ella se lo plantearía de la misma manera y lo consideraría una fuente de placer, en lugar del único hombre con el que había experimentado la sensación de convertirse en un sólo cuerpo y una sola alma.




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