jueves, 9 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 22

 


Sonó su teléfono y pensó que era telepatía, pero la voz femenina que lo saludó no era la que tenía en mente.


–Hola, Lara.


–¿Qué tal va todo? ¿Has conseguido a alguien bueno?


–Sí –bueno, espectacular, bromista, tremendamente irritante.


–¿Ha habido mucha gente?


–Bastante –la verdad era que Pedro no estaba seguro porque sólo había tenido ojos para Paula.


Como ella no lo había visto entrar, había tenido la oportunidad de observar cómo coqueteaba con el camarero torpe. Recordó que Lara estaba al otro lado de la línea.


–De hecho, estaba muy lleno.


–¿Estás bien? Suenas distante.


–Debe de ser la línea.


Hacían un buen equipo el torpe, la morena menuda y la explosiva morena de ojos verdes. La había visto sonreír y coquetear, y todo el mundo, incluidas las mujeres, respondían con una sonrisa. ¿Por qué a él apenas le sonreía? Parecía haberlo clasificado como un cretino arrogante y desde ese momento se había puesto a la defensiva.


–No estoy segura de cuándo volveré –dijo Lara sin aparentar lamentarlo.


–No te preocupes. Puedo ocuparme hasta entonces.


De lo que no estaba tan seguro era de poder controlar el deseo que Paula le despertaba. Y aunque lo tratara con arrogancia, había visto en sus ojos un brillo prometedor cada vez que habían estado cerca el uno del otro.


-Gracias, Pedro. Sabía que no me fallarías.


-Tranquila.


Colgó la llamada y dejó el vaso bruscamente. Si no conseguía dormir, al menos podía trabajar. Miró la caja que tenía a los pies de la silla y le dio pereza. Se puso en pie. Le sentaría bien dar un paseo para despejar la mente y gastar energía. Recorrería la ciudad y se acercaría al local para asegurarse de que estaba bien cerrado.


Aunque había algunos transeúntes, las calles estaban prácticamente vacías.


A medida que se acercaba al bar aceleró el paso al creer oír música. Aún peor, se dio cuenta de que era música country.


Llegó a la puerta y la encontró cerrada. Fue hasta la mitad de la calle para mirar hacia las ventanas y vio que estaban abiertas y que había luz en el interior. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Tendría una fiesta privada? La música era espantosa, ¿habría trasformado el bar en una academia de baile? Fuera lo que fuera, iba a acabar en aquel mismo instante. No debería haber contratado a Paula. Se había dejado cegar por su cuerpo y por unos ojos que suplicaban que confiara en ella. Había sido un idiota.


Sacó las llaves del bolsillo y las metió en la cerradura. Iba a despedirla de inmediato.




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