jueves, 30 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 21

 


Al escuchar el tono de su voz, Paula se obligó a mirarlo. Entonces, vio, sin duda alguna, lo que él estaba pensando. El deseo se apoderó de ella como si fuera un ser vivo. Sentía que los senos le pesaban y que ansiaban las caricias de Pedro. Tenía una repentina sequedad en la garganta. Se estaba imaginando cosas. Él había dicho que debía fingir ser su prometida, pero en aquellos momentos, la expresión de su rostro distaba mucho de ser fingida. Resultaba evidente el deseo que tenía hacia ella. La lujuria se apoderó de ella hasta lo más íntimo y amenazó con impedirle respirar.


–¿Te pondrás este vestido para mí esta noche? –le preguntó él.


–Si quieres –replicó ella a duras penas.


–Estás muy hermosa. Nada podría darme más placer que tenerte a mi lado con este aspecto. Seré la envidia de todos los hombres que haya en el restaurante.


Pedro sonrió. Paula también lo hizo, pero de pura satisfacción. Por una vez en su vida, se sentía hermosa. La admiración que se reflejaba en el rostro de Pedro era tan evidente que no dejaba lugar a dudas. A pesar de que no estaba dispuesta a examinar cómo la afectaba aquella admiración, no podía dejar de sentir cómo la sensualidad se apoderaba de ella. Era casi imposible.


Alguien se aclaró la garganta, lo que hizo que Paula prestara de nuevo atención a lo que le rodeaba.


–Está bien. Tenemos que ir a algunos sitios más antes de que hayamos terminado. En realidad, casi no hemos empezado.


–Me cambiaré –dijo Paula mientras entraba de nuevo en el probador.


–Toma –comentó Pedro mientras se sacaba las gafas del bolsillo y se las devolvía.


Paula se las puso y cerró la puerta. Al verse en el espejo, sintió que se le cortaba la respiración. Con el cabello suelto sobre los blancos hombros y el escote del vestido, comprendía muy bien por qué Pedro había reaccionado de aquel modo. Recordó que no le había mirado en concreto ninguna parte de su cuerpo. Ella no se había sentido incómoda bajo su escrutinio. Se miró cuidadosamente en el espejo.


El vestido tenía un corte exquisito. Si hubiera sido hecho a medida especialmente para ella, no podría haberle sentado mejor. El modo en el que se curvaba alrededor de la estrecha cintura y se acampanaba sobre las caderas para terminar justo por encima de las rodillas destacaba sus atributos de un modo que ella jamás hubiera podido soñar. Deslizó la mano por la tela para alcanzar la invisible cremallera que llevaba en el costado. Las yemas de los dedos le vibraban mientras se deslizaban sobre la fina tela. Jamás había soñado que pudiera tener algo que le hiciera sentirse tan hermosa como aquel vestido. Y aún quedaba más.


Se lo quitó y se lo entregó a Patricia para que lo añadiera a las otras prendas que Pedro ya había aprobado.


No sabía cuándo iba a ponerse tanta ropa. Hasta aquel momento, ni una sola prenda era adecuada para ir a trabajar. Aparte de cuando salía a tomar café con su amiga Gabriela y Sara, tenía poca vida social. Evidentemente, todo eso iba a cambiar dramáticamente.


Cuando salió del probador, Patricia estaba sola.


–El señor Alfonso ha tenido que marcharse, así que ya estamos las chicas solas –dijo.




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