Irresistible.
Y el vacío sería ocupado por Pedro y por Dante. Una familia. La oportunidad de tener lo que Sonia había tenido. Lo que jamás había soñado alcanzar.
Sin pensárselo, se inclinó hacia delante y besó a Pedro en los labios.
Él se quedó paralizado.
Paula entreabrió los labios y recorrió los de Pedro delicadamente con la punta de la lengua.
Él apretó su torso contra los senos de ella y su respiración se aceleró.
Paula le mordisqueó los labios, saboreó su boca; él la abrazó por la cintura, estrechándola contra sí, haciéndole sentir la dureza de su sexo contra su vientre. Luego la asió con firmeza por las nalgas y la presionó con fuerza. Ella dejó escapar un gemido. Pedro deslizó la lengua en su boca y ella aceptó la invasión con un escalofrío. Pedro exploró su boca, los lados de sus mejillas, la piel sensible del paladar. Ella dejó escapar un gemido profundo, entrecortado y anhelante.
Perdiendo la noción de dónde estaba o del transcurso del tiempo, Paula sólo era capaz de pensar en el deseo que estallaba en su interior.
Pedro metió un muslo entre sus piernas y ella se restregó contra él.
Hasta que oyeron protestar a Dante y Paula se separó de Pedro de un salto, como si se hubiera quemado.
Pedro se quedó inmóvil, con los ojos desencajados, y Paula reconoció en su mirada la misma expresión de estupor que había visto la noche que había acudido a anunciarle la muerte de Miguel y Sonia.
Paula apretó las manos para evitar alzarlas hacia su rostro y dijo:
—¿Ves lo que me haces hacer? Ha sido un error monumental.
Vio que Pedro enfurecía.
—Me he dejado llevar, eso es todo. Y tú me has provocado —dijo él.
—No quiero hacer el amor con alguien por quien no siento nada —dijo ella tras una pausa.
—No es eso lo que te he pedido —replicó él, recuperando la paciencia —. Sólo que te cases conmigo.
Paula se sintió desilusionada.
—¿Me propones un matrimonio en papel? ¿Sin sexo? —alzó la mirada hacia él con precaución. Su rostro era impenetrable.
—¿Quieres decir que, si eliminamos el sexo, estás dispuesta a considerar la oferta? —preguntó él, suspirando con fuerza.
—Puede que sí —respondió Paula, mientras su cuerpo gritaba: «Más, más».
—«Puede» no es una respuesta, Victoria. ¿Sí o no?
Aunque no se estaban tocando, Paula podía sentir el calor y la fuerza que irradiaba el cuerpo de Pedro. Se estremeció. Habría dicho cualquier cosa por romper la tensión.
—Sí —concluyó con un suspiro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario