jueves, 19 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 22

 


Mientras Paula se servía una ensalada de gambas y pasta, aún podía sentir la marca cálida de las manos de Pedro sobre sus hombros. Aunque sabía que él no había pretendido que leyera nada especial en el gesto, hacía que se sintiera especial.


Mientras esperaba que la hilera de gente avanzara, lo miró y sonrió. Se preguntó por qué no le había prestado atención todas las veces que había ido al bar mientras ella trabajaba allí. ¿Había sido demasiado adicta a los chicos malos como para notar su presencia?


—Gracias por invitarme —le dijo en aquel momento.


Con los platos llenos, ella buscó un lugar donde sentarse.


Probablemente Pedro querría unirse a uno de los grupos de personas que ya conocía, pero el hecho de haber salido con unos pocos de los hombres o haberles servido en el Gallatin Room, no hacía que sintiera que sería bien recibida.


—Ahí hay una mesa vacía —señaló Pedro—. Ocupémosla antes de que nos la quiten.


Después de retirarle la silla para que se sentara y de preguntarle qué le apetecía beber, fue al bar. Mientras lo esperaba, Paula echó un vistazo a los atuendos que lucían las mujeres. Algunos de los vestidos mostraban más piel que el suyo y más de un escote debería haber quedado asegurado con cinta aislante. Un par de las faldas eran lo bastante cortas como para permitir que se patinara cómodamente con ellas.


Tenía que contarle todos los detalles a Karen. Su amiga no había ocultado la envidia que le causaba que asistiera.


Vio a Pedro avanzar hacia ella con una copa en cada mano. Varias personas lo saludaron, pero no se detuvo a charlar.


En un punto, una rubia despampanante con un bronceado falso lo agarró del brazo. Pau la reconoció como clienta habitual del Lounge a la que le gustaba beber… y que a menudo olvidaba dejar propina. Cuando él indicó la mesa en que ella lo esperaba, la otra mujer la miró con desdén, pero Pedro logró zafarse sin derramar una sola gota de las copas.


Habló brevemente con Gastón Clifton, cuyo brazo se hallaba alrededor de una mujer que Pau conocía de los establos. Stephanie daba clases de equitación, pero esa noche había cambiado la ropa de montar por un vestido verde que resaltaba las mechas doradas de su bonito cabello rubio.


Con ellos se encontraba Ramiro Douglas, el jefe de Gastón en el complejo hotelero, y su esposa Lisa. La pareja era dueña de una mina en la localidad bautizada con el nombre de La Reina de Corazones. Todo el mundo había creído que estaba agotada hasta que un par de años atrás se había descubierto una nueva veta de oro en una sucesión peculiar de acontecimientos.




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