lunes, 19 de julio de 2021

UNA GRAN NEGOCIACIÓN: CAPÍTULO 28

 


Paula entró por primera vez en la mansión de Pedro la noche siguiente y se encontró con una escena desconcertante: Pedro tumbado en el suelo con Dante, ya bañado, que lanzaba grititos de felicidad sentado sobre el.


Vaciló en el umbral de la puerta al sentirse una extraña. Entonces Pedro la vio y le lanzó una sonrisa resplandeciente.


—Mira, Dante, ha llegado Paula.


El niño alargó los brazos hacía ella y Paula, dejando el ordenador en el suelo, lo tomó en brazos y hundió la nariz en su cuello. Olía a polvos de talco. Dante dejó escapar un gorgojeo de placer y Paula sintió que se derretía.


—¿Qué tal ha ido el día? —Pedro se incorporó y escudriñó su rostro.


—Mucho mejor que ayer —dijo ella con un suspiro. Saber que Dante estaba siendo atendido por el ama de llaves de Pedro le había quitado un gran peso de encima.


—¿Qué tal lo ha pasado Dante? —dejó al bebé en el suelo y, agachándose, le levantó la camiseta para mirarle la tripa—. Los granos están mucho mejor.


—Sí. Como estaba un poco inquieto, lo he bañado. El agua fresca le ha sentado bien.


—Le encanta bañarse —dijo Paula. Y miró a Pedro de reojo para ver si estaba tan mojado como ella solía acabar de las salpicaduras del bebé. Como era de esperar, al contrario de lo que le habría pasado a ella, Pedro presentaba un aspecto inmaculado—. A partir de ahora puedes bañarlo tú. Se ve que se te da mejor que a mí.


Pedro sonrió una vez más.


—He tenido que cambiarme. Estaba calado.


Paula se sintió mejor al instante.


—Mañana traerán parte de mis cosas. El resto las voy a dejar en un guardamuebles.


—Y yo he hecho algunas llamadas —dijo Pedro—. He citado por la mañana a algunas candidatas a niñera.


—Eso tenemos que hacerlo juntos —dijo Paula al instante. No pensaba consentir que la marginara de las decisiones importantes—. Quiero poder opinar sobre la persona que contratemos.


—Ya he hecho las citas —dijo Pedro frunciendo el ceño—. Voy a trabajar desde casa hasta que encontremos a alguien. No me parece justo dejar a Monica todo el trabajo.


—¿Quién es Monica?


—Mi ama de llaves. Pronto la conocerás.


—Te rogaría que cambiaras las citas a la tarde —dijo Paula bruscamente—. Compartimos la custodia y, por tanto, tenemos que tomar decisiones conjuntas.


Sabía que a Pedro la idea no le gustaba porque estaba acostumbrado a tomar decisiones y a mandar. Observó por unos segundos sus fuertes hombros y su mentón firme; sus ojos impenetrables. Un escalofrío le recorrió la espada y desvió la mirada hacia Dante.


—Quiero estar segura de que elegimos a la persona más adecuada — insistió.


—¿Y no te fías de mi decisión?


Paula pensó en Dana Ficher y en Jeremias Harper y se dijo que Pedro no parecía tener buen criterio a la hora de juzgar a la gente, pero en lugar de decírselo, se limitó a repetir:

—Tenemos custodia compartida. Sólo quiero asegurarme de que elegimos a la mejor.




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