miércoles, 26 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 39

 

Paula lo empujó y él la dejó ir, pero no se apartó. Pedro se dio cuenta de que ella tenía que hablarle. Se acercó al mueble bar y se sirvió un coñac.


—De acuerdo, vamos a hablar.


Paula se sentó en una silla y lo observó mientras le daba un trago a su copa.


—Tenemos un contrato —empezó a decirle—. Un trato comercial que sucede que, en nuestro caso, incluye el matrimonio. Pero no es un matrimonio real. Ni siquiera nos conocíamos antes de la boda…


—Eso ya lo sabemos. Los dos dimos por comprendidas las reglas antes de conocernos. Pero nos hemos conocido. Hemos hecho el amor. Y nos hemos enamorado. No lo niegues. Eso está ahí y tú lo sabes tan bien como yo. Me gustaría saber por qué te niegas a ese amor. ¿Por qué estás saboteando constantemente lo que sentimos?


—No me has dejado terminar. Estaba tratando de explicarte la razón por la que lo veo así. No estoy saboteando conscientemente una relación entre tú y yo. Tienes que comprender que no puedo estar segura de que lo que dices que sientes es real y no producido por tu deseo de poseer todas las acciones.


—De vuelta con las acciones ¿no?


—Nunca nos hemos alejado mucho de ellas, Pedro. Esa es la cuestión a la que quería llegar. Siempre han estado entre nosotros. Y lo siento, pero no puedo hacer como si no existieran.


—Entonces, si no fuera por esas acciones ¿cómo estaríamos?


—Libres. Libres para hacer lo que fuera.


Pedro se le acercó y dejó la copa sobre la mesita de café.


—Entonces, dámelas a mí.


—¿Qué?


—Ya me has oído. Dámelas y yo te firmaré un documento para pagarte personalmente cuando la compañía tenga el dinero suficiente.


Paula lo miró incrédula. ¿De verdad se creía que era tan estúpida como para darle la única carta ganadora que tenía en ese estúpido juego?


—No podría hacer eso, Pedro, ya lo sabes.


—¿Y por qué no? Eso resolvería todos tus problemas.


—¡Querrás decir que resolvería todos los tuyos!


—¿Tienes miedo de que te pueda timar?


—Si sólo fuera responsable de mí misma, Pedro, ni siquiera estaría teniendo ahora esta ridícula conversación, para empezar. No te das cuenta o eres demasiado terco para comprender que no necesito vuestro dinero, me puedo cuidar de mí misma. Pero le hice una promesa a J.C. y tengo la responsabilidad de Mateo. También es su dinero. Y no voy a firmar nada ni a ti ni a nadie hasta que lo tenga.


Paula se dio la vuelta y se dirigió hacia la habitación, pero se detuvo a medio camino cuando oyó su voz.


—Entonces, lo que me estás diciendo es que no confías en mí.


—No confío en ninguno de vosotros.


—Pero en mí en particular ¿o no?


Paula se encogió de hombros, ignorando la fría y calculadora mirada.


—Sí.


Pedro se dirigió a la salida, resignado a pasar la noche en las habitaciones de Brian.


—Entonces, tendremos que hacer algo acerca de eso ¿no Paula?


Sin darle oportunidad de contestar, Pedro abrió la puerta y se marchó.


Ella había ganado. Se había salido con la suya y había sido fuerte y clara con él. Era ella misma y no lo necesitaba ni a él ni a ningún otro.


Entró en la habitación y se sentó en la cama, dejándose caer de espaldas luego.


Entonces ¿por qué se sentía mal, sola y abandonada? ¿Y por qué dormir en esa enorme cama sola «con ella misma» no le resultaba ni la mitad de atrayente que compartirla con él?



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