viernes, 16 de abril de 2021

NO DEBO ENAMORARME: CAPÍTULO 8

 

Después de salir de la habitación de la señorita Chaves, Pedro pasó por su despacho, donde su ayudante, Claudia, estaba sentada frente al ordenador jugando al solitario.


–¿Se sabe algo de mi padre? –le preguntó.


La secretaria meneó la cabeza sin apartar la mirada del ordenador.


–Me alegra comprobar lo bien que aprovechas el tiempo –le dijo bromeando.


Ella ni siquiera parpadeó y mucho menos apartó la mirada de las cartas de la pantalla.


–Estos juegos mantienen ágil la mente.


Con casi setenta años, nadie se habría atrevido a decir que la mente de Claudia no era ágil. Llevaba trabajando para la familia real desde 1970 y había sido también la secretaria de la reina. Todo el mundo creía que se jubilaría tras la muerte de la reina, pero no. Aseguraba que el trabajo la mantenía joven y, dado que su esposo había fallecido hacía dos años, Pedro imaginaba que se sentiría sola.


–¿Estás cansado? –le preguntó al mirarlo y verlo bostezar.


Después de todo un mes luchando con el insomnio, siempre estaba cansado y no estaba de humor para otro sermón.


–Estoy seguro de que dormiré como un bebé en cuanto se vaya.


–¿Tan mala es?


–Es horrible.


–¿Lo sabe después de pasar con ella… treinta minutos?


–Lo supe en cuanto la vi bajar del avión.


–¿Y en qué se basa?


–Solo quiere su dinero.


Claudio enarcó una ceja.


–¿Se lo ha dicho ella?


–No es necesario que lo haga. Es joven, guapa y madre soltera. ¿Qué otra cosa podría querer de un hombre de la edad de mi padre?


–Para su información, Alteza, un hombre con cincuenta y seis años no es tan viejo.


–Para ella sí.


–Su padre es un hombre atractivo y encantador. ¿Quién dice que no pueda haberse enamorado de él?


–¿En solo unas semanas?


–Yo me enamoré de mi marido en nuestra primera cita. No subestime el poder de la atracción.


Pedro apretó los dientes. La idea de que su padre y esa mujer… ni siquiera quería pensar en ello. No tenía la menor duda de que ella lo había seducido. Así era como actuaban las de su clase. Lo sabía por experiencia, él mismo lo había sufrido. Y su padre, a pesar de su firme integridad moral, era tan vulnerable a sufrirlo como cualquier otro.


–¿Es muy atractiva? –le preguntó Claudia.


Por mucho que deseara decir lo contrario, no podía negar su belleza.


–Sí. Pero tuvo una hija sin estar casada.


Claudia abrió la boca con fingida sorpresa.


–¡Que le corten la cabeza!


Pedro le lanzó una mirada heladora.


–¿Se acuerda en qué siglo estamos? Los derechos de las mujeres, la igualdad y todas esas cosas.


–Sí, pero mi padre es un hombre muy tradicional. No es propio de él. Lo que ocurre es que se siente solo, echa de menos a mi madre y por eso no piensa con claridad.


–Me parece que lo está subestimando. El rey es muy inteligente.


Eso era cierto, pero también era obvio que estaba confuso. Nadie podría convencerlo de que lo que estaba pasando entre su padre y la señorita Chaves no era algo temporal. Hasta que ella se fuera, se limitaría a evitarla.




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