viernes, 4 de diciembre de 2020

VENGANZA: CAPÍTULO 31

 


Por la mañana, Paula estaba guardando sus cosas en la maleta, con el corazón en un puño. Pero tenía la sospecha de que ese dolor era merecido. No debería haber engañado a Pedro. O al menos debería haberle contado la verdad cuando empezó a sospechar que él no era responsable de la muerte de Mariana.


Había llamado a recepción para preguntar a qué hora salía el ferry y le habían dicho que en veinte minutos, de modo que no tenía tiempo de pensar. Si se daba prisa, pronto saldría de allí. Pronto estaría en su casa.


Pedro no había vuelto a la habitación. Ella había esperado, impaciente, pero no volvió.


El mensaje estaba claro: tenía que aceptar que todo había terminado. Pedro no quería volver a verla. Para él, su traición había sido peor que la de Mariana.


El vestíbulo de recepción estaba lleno de gente, y Paula esperó en la puerta el autobús que la llevaría hasta el ferry. El mural del dios del sol conduciendo sus fieros caballos por el cielo hizo que se le formase un nudo en la garganta. Se había acercado demasiado al sol y se había quemado.


Pero sobreviviría.


—¿Paula?


Cuando se volvió, se llevó una desagradable sorpresa. Porque no era Pedro, sino Jean-Paul.


—¿Qué?


—¿Tú eres Paula?


—Sí, claro.


—Pero no eres la mujer que yo conocí una vez… íntimamente.


Jean-Paul lo había entendido por fin.


—No.


—Eres idéntica a ella. Tenéis que ser gemelas.


—Eramos gemelas —replicó Paula—. Mi hermana ha muerto. Y ha muerto por tu culpa.


Jean-Paul Moreau no pareció en absoluto afectado por la noticia.


—Si le dices algo a Alfonso, le contaré quién eres. Le diré que lo has engañado, que has estado riéndote de él a sus espaldas. Decías haber olvidado el pasado… así explicabas por qué no sabías cosas que deberías saber.


El conserje que había dicho que la avisaría cuando llegase el autobús estaba haciéndole señas, y Paula asintió con la cabeza.


—Haz lo que quieras. Pedro ya lo sabe todo.


Y se alejó, dejando a Jean-Paúl Moreau, el canalla responsable de la muerte de su hermana, mirándola con expresión incrédula.




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