jueves, 10 de diciembre de 2020

EL PRECIO DEL DESEO: CAPITULO 11

 


LA MADRE de Paula seguía despierta, viendo la televisión, cuando su hija llegó a casa. Y a lo mejor fue mejor así. Por lo menos pudo aguantar las ganas de echarse a llorar de nuevo.


Su madre levantó la cabeza desde el sofá.


–Has llegado antes de lo que esperaba.


Paula miró el reloj que estaba en la pared. No eran más de las nueve.


–Sí, bueno, no hay mucho que hacer por aquí un domingo por la noche –le dijo, rodeando la encimera de la cocina y agarrando el hervidor–. No nos apetecía comer ni beber nada, así que nos fuimos al cine.


–¿Fue buena?


–Más o menos –dijo ella, mientras le echaba agua al hervidor–. ¿Qué película estás viendo?


Su madre siempre veía una película a las ocho y media los domingos por la tarde.


–Una muy aburrida basada en hechos reales. Estoy a punto de apagar la tele –lo hizo enseguida–. Si estás haciendo té, hazme una taza a mí, por favor.


–Muy bien –dijo Paula, pensando que tenía que irse a la cama antes de que empezara el interrogatorio.


Julia se volvió hacia su hija desde el sofá para poder verle la cara.


–Me ha sorprendido ver que te llevabas tan bien con Pedro.


–Y yo –dijo Paula.


–No se ha separado de ti en toda la tarde… No creerás que…


–No, mamá. Eso nunca va a pasar, así que no vayas por ahí.


Pero Paula no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente.


–Si tú lo dices, cariño. ¿Pero qué dice Pedro? ¿Quiere verte de nuevo mientras se quede en casa?


–Mmm, solo me invitó a salir hoy porque no soporta estar cerca su padre durante mucho tiempo. Seguro que regresa enseguida adondequiera que tenga que volver. Me atrevo a decir que se irá mañana mismo.


–Seguro que se queda un poco más después de haber venido desde tan lejos.


Paula se encogió de hombros.


–Lo dudo mucho. Aquí tienes el té, mamá. Yo me llevo el mío a mi habitación. Estoy cansada.


Julia frunció el ceño al ver que su hija se iba directamente a la habitación al salir de la cocina. Conocía a Paula mejor que cualquier otra persona y sabía que le pasaba algo.


Algo había ocurrido entre Pedro y ella esa noche, algo de lo que no quería hablar, algo que la había puesto muy tensa. ¿Acaso él se había propasado con ella?


De haber sido así, no le hubiera extrañado nada. Paula era muy guapa, pero tenía el listón demasiado alto en lo que a hombres se refería. Si cometían un solo error, ya podían salir por la puerta y no volver. De no haber buscado la perfección en una pareja con tanto ahínco, seguramente ya hubiera estado casada a esas alturas.


Pero nada de eso importaba ya. Julia apretó los labios, resignada. Era evidente que Paula había abandonado la idea de casarse. Si Pedro estaba interesado en ella, entonces acabaría librando una batalla perdida. Lo único que ella quería era un bebé.


Julia se levantó del sofá y fue a recoger su taza. Solo podía esperar que su hija se quedara embarazada al mes siguiente.


Ese mismo pensamiento mantuvo a Paula en vela durante toda la noche. Dio mil vueltas. La mente la torturaba con ideas nocivas… ¿Y si no se quedaba embarazada? ¿Qué haría entonces? ¿Seguiría intentándolo o recurriría a métodos más complicados y caros como la fecundación in vitro? ¿Cuánto tiempo aguantaría antes de volverse loca?


Ya empezaba a sentir que algo no funcionaba bien en su cabeza.


A lo mejor debería haber aceptado el ofrecimiento de Pedro. ¿Por qué no lo había hecho? ¿Era solo porque la idea de acostarse con él la aterrorizaba? ¿Acaso le daba tanto miedo no estar a la altura de sus expectativas? ¿Por qué tenía tanto miedo cuando se trataba de Pedro Alfonso?


Su mente atormentada finalmente volvió a esa película que habían visto, con esa conclusión tan absurda y cursi. Sin duda no tenía por qué tener miedo de que le ocurriera algo similar. Era ridículo pensar que pudiera llegar a enamorarse solo por irse a la cama con él.


Por enésima vez, se incorporó y le dio un puñetazo a la almohada antes de volver a tirarse sobre ella.


–Estoy cansada de todo esto –murmuró, mirando al techo–. Tengo que ir a trabajar por la mañana. Todo es culpa tuya, Pedro Alfonso. Deberías haberte metido en tus asuntos. En realidad no quieres ser el padre de mi hijo. No quieres ser el padre de ningún hijo. ¿Por qué demonios hiciste una propuesta tan absurda? ¡No tiene sentido!



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