domingo, 25 de octubre de 2020

EN SU CAMA: CAPÍTULO 44

 


Pedro, ataviado con sus mejores galas, se abrió paso entre la multitud. Un par de musculosos guardaespaldas vestidos de negro lo seguían de cerca, lo cual hacía resaltar su presencia aún más.


Paula abrió la boca, pero no pudo articular palabra.


Pedro se detuvo al llegar al extremo de la pasarela, y levantó la vista hacia ella. Le tendió una mano, su rostro no mostraba nada.


—¿Me permites? —le preguntó con su voz profunda e intensa, que le provocaba escalofríos.


Sin pensar de forma coherente, Paula tomó la mano que le ofrecía. Dejó que la bajara de la pasarela y que la escoltara hasta la parte trasera del edificio. Dejó que se la llevara de la subasta benéfica que ella había organizado, lejos de las miradas curiosas, hasta la limusina que esperaba fuera, en el camino de acceso pavimentado del club de campo.


Pedro la invitó a subir al vehículo y después subió él. Al segundo, Paula oyó que el chófer cerraba la puerta, pero la mampara que separaba la parte del conductor y el asiento de los pasajeros estaba levantada, por lo que sabía que a todos los efectos era como si Pedro y ella estuvieran a solas.


—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, cuando por fin se recuperó de la sorpresa y pudo hablar.


—Te he comprado —respondió él con calma, ignorando a propósito la seriedad de su pregunta.


Pero debió de ver por la mirada que había en los ojos de Paula, que estaba caminando sobre arenas movedizas, porque suspiró y se removió ligeramente en el asiento de cuero.


—Ha habido algunos cambios en Glendovia desde tu marcha. Positivos, diría yo. Para empezar, los planes para la puesta en marcha de la fundación siguen según lo previsto. Creemos que podremos estar funcionando en marzo.


—Me alegro —dijo ella con suavidad. Se alegraba de que hubiera servido de algo el trabajo que había hecho antes de marcharse. Pero dudaba mucho que Pedro hubiera ido hasta Estados Unidos sólo para ponerla al día de los avances.


—En segundo lugar, he reconsiderado mi deseo original de convertirte en mi amante —dijo sosteniéndole la mirada—. Fui un ingenuo al creer que tenerte temporalmente sería suficiente.


Se deslizó por el asiento y la estrechó entre sus brazos.


Paula se dejó ir de buena gana.





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