viernes, 16 de octubre de 2020

EN SU CAMA: CAPÍTULO 14

 


Paula se despertó temprano al día siguiente, lista para empezar a trabajar. Esperaba también encontrar tiempo para conocer algo más de la isla y alejarse todo lo posible de Pedro. Era una amenaza para su paz mental, y cuanto menos tiempo pasaran juntos durante su estancia en la isla, tanto mejor.


Llegó al comedor portando un maletín con sus documentos. La familia ya estaba desayunando. Rápidamente colocaron un cubierto más para ella y Paula disfrutó mucho de la comida, hasta que la reina quiso saber lo que pensaba hacer ese día. Paula tuvo el convencimiento de que no le gustaba nada a la madre de Pedro.


—Después de examinar más detenidamente las notas que Pedro me ha facilitado, he pensado que comenzar por el orfanato sería lo más adecuado —respondió ella—. Se me ha ocurrido algo que se podría hacer de cara a las vacaciones navideñas que se acercan, y habrá que actuar con rapidez porque no queda mucho tiempo.


Si a la reina le agradó la respuesta de Paula, ciertamente no lo expresó. Fue Pedro quien respondió en su lugar.


—Pediré que preparen el coche para ir a hacerles una visita —y diciéndolo, se levantó y se dirigió hacia las puertas dobles del comedor.


—¿Es que vas… a venir? —balbució Paula con el corazón en un puño. Lo último que quería era pasar el día con él.


Pedro se detuvo delante de la puerta y se dio la vuelta para mirarla.


—Por supuesto.


Paula tragó como pudo el nudo que se le había hecho en la garganta y trató de ignorar el calor que ascendía rápidamente por su cuerpo.


—No es necesario.


—Claro que lo es —respondió él suavemente—. Soy el responsable de la obra benéfica que se lleva a cabo en Glendovia. Me tomo muy en serio mi responsabilidad y tengo la intención de trabajar de cerca contigo durante tu estancia en la isla. Espero que no te importe.


Paula tuvo la seguridad de que lo último lo había añadido a propósito, por su familia, que lo miraba y escuchaba con suma atención. Porque estaba claro que aunque le importara, como de hecho ocurría, le iba a dar igual.


Lo cierto es que de haber estado solos tal vez se lo habría discutido, pero no tenía intención de montar una escenita delante de toda la familia real.


—No, no me importa en absoluto —se obligó a decir ella, pese a que tenía la boca seca.


Pedro dibujó una sonrisa, que le decía que sabía lo mucho que le había costado consentir en que la acompañara.


—Nos vemos dentro de un rato en el coche entonces —murmuró, y acto seguido salió de la habitación.



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