miércoles, 23 de septiembre de 2020

EL DOCTOR ENAMORADO: CAPÍTULO 34

 



Pedro deslizó las manos por sus muslos, las posó en sus caderas y le hizo inclinarse hacia adelante, de manera que sus rodillas quedaran atrapadas entre las suyas.


—Estoy diciendo —susurró al lado de su boca—, que deberíamos hacer algo mucho más personal. Ven a la cama conmigo, Paula. Déjame abrazarte, acariciarte. Y, en algún momento, si las cosas siguen su progresión natural, ya no tendrás ningún reparo en nada de lo que podamos hacer, ni en que mire determinadas zonas de tu cuerpo.


Paula deseaba terriblemente lo que Pedro le estaba sugiriendo, Pero no le había resultado nada fácil detenerlo la vez anterior, cuando se estaban besando, y no quería tener que hacerlo otra vez.


—¿La natural progresión de las cosas no nos llevaría a hacer el amor?


—No tiene por qué.


—Hasta que no me entere de si estoy casada o no, no puedo hacerlo.


Paula sintió que Pedro tensaba los músculos de las piernas, pero ni en su mirada ni en su voz se advertía ningún cambio.


—¿Qué te hace pensar que estás casada? No hay nada que lo indique.


—No hay nada que indique absolutamente nada sobre mi pasado.


—¿Pero tienes la sensación de estar casada?


—No. Hasta me resulta extraño pensar en el matrimonio. O en hacer el amor. Lo que estábamos haciendo antes en la alfombra... el modo en el que me estabas besando y tocando, y lo que me hacías sentir... —se interrumpió, intentando encontrar las palabras adecuadas—. No creo que jamás haya sentido nada parecido.


El pecho de Pedro se expandió bajo la camisa, como si hubiera estado conteniendo la respiración y hubiera respirado aliviado al oír aquella respuesta.


—¿De qué tienes miedo, Paula? —le preguntó.


—Tengo miedo de enamorarme de ti.


Un velo misterioso oscureció la mirada de Pedro.


—Yo estoy corriendo el mismo riesgo que tú —confesó—. Y si crees que podemos salvarnos al no hacer el amor —susurró—, entonces también yo estoy de acuerdo en que no lo hagamos.


Los músculos de la garganta de Paula se contrajeron mientras se obligaba a asentir.


—En ese caso, me limitaré a hacer una exploración —le explicó Pedro.


—¿Exploración?


—Nos tomaremos el tiempo que haga falta, para que los dos nos sintamos cómodos. Y durante el proceso, averiguaremos todo lo que podamos sobre ti.


Paula sintió que se duplicaba el ritmo de los latidos de su corazón.



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