miércoles, 9 de septiembre de 2020

ANGEL O DEMONIO: CAPÍTULO 54

 


Pedro aparcó junto al bordillo. Main Street estaba desierta. El mal tiempo había pasado por agua las celebraciones. Hacía frío y una humedad que se metía hasta los huesos, característica de las zonas de costa. Se quedó un momento sentado, pensando que quizá el tiempo había contribuido a su estado de ánimo melancólico.

Aunque no era dado a creer en fenómenos paranormales, algo le había sucedido mientras se arreglaba para esperar a Paula. Una sensación indescriptible, una especie de premonición de que las cosas no marchaban como era debido. Había acabado haciéndose tan fuerte, tan urgente que le había obligado a actuar.

No le había sorprendido encontrar la casa de Paula vacía. Sabía que lo que ocurría no tenía nada que ver con lo que pasaba entre ellos, era algo más general. Su instinto le había llevado hasta el pueblo. El coche de ella era el único que quedaba en el aparcamiento. ¿Cómo seguía en su despacho cuando hacía más de una hora que tenían que haberse encontrado?

Salió del coche y paseó por la acera con las llaves en la mano tratando de decidir lo que debía hacer. Entró en el edificio. El vestíbulo estaba a oscuras y encendió la luz. Iba a subir las escaleras cuando oyó el ruido de un archivador metálico al cerrarse. El sonido venía de su oficina.

Todo su cuerpo se puso tenso. Se acercó a la puerta, estaba abierta. Comprobó la cerradura. Unos cuantos arañazos pero nada grave. Un trabajo bastante limpio. Cuando encendió la luz Paula se sobresaltó.

—Has podido con una buena cerradura, alcaldesa Wallace.



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