viernes, 13 de septiembre de 2019

CENICIENTA: CAPITULO 22




—¡Paula! —Pedro la llamó desde la otra punta del patio de la universidad.


—¿Pedro? —eran más de las siete, llegaba tarde. Algo muy extraño en él. Paula dejó de caminar y esperó hasta que estuvo a su lado.


Estaba guapísimo, aunque un poco sofocado. Y como de costumbre, todo su ser emanaba energía y actividad. Vida. Y ella también se sentía más viva estando junto a él.


—¿Qué tal el tobillo? —le preguntó, arrodillándose, para verlo.


—Bien —se lo había vendado, por si lo veía después de clase. Él mismo le había aconsejado que se lo protegiera y fue más fácil hacerle caso que llevarle la contra—. Como nuevo —añadió. Estiró la pierna y lo giró, haciéndole una demostración práctica.


—Excelente movimiento. Parece que te recuperas pronto de las lesiones.


—Eso parece —Paula murmuró, colocando otra vez el pie en el suelo—. ¿No empezaba tu clase hace veinte minutos?


—Sí —contestó mirándose el reloj—. Pero es que la batería del coche se ha estropeado. La cambié hace tres meses, lo cual quiere decir que algo le pasa al sistema eléctrico. Sí, llego tarde. Quería preguntarte si ibas a ir a la exposición en la Janeway Gallery el sábado.


—No había pensado —Paula no tenía ni idea de que se celebraba una exposición con ese nombre.


Pedro sonrió.


—No, a mí tampoco me gustan todas esas instituciones caritativas, pero Alfonso and Bernard ha hecho el diseño de la invitación y yo me siento obligado a ir. ¿Quieres venir?


—Me encantaría —en esa ocasión la cosa no parecía presentar complicaciones.


—¡Perfecto! Así podré presentarte a mis amigos —le dijo, mientras se iba corriendo hacia su clase—. ¡Te llamo!


Paula se quedó helada. Iba a conocer a sus amigos. Le entró pánico. Todavía no estaba preparada para conocer a sus amigos. ¿Qué podrían pensar de ella? ¿Qué iban a pensar de él cuando la vieran a su lado? ¿Y si se le escapaba alguna estupidez?


Seguramente, Pedro empezaría a preguntarse por qué nadie la conocía, por qué nunca antes la había visto en esos círculos.


O peor aún, ¿Y si alguien la reconocía, como la propietaria de una tienda de ropa de segunda mano?


Casi sin darse cuenta, Paula se fue a clase y, durante el tiempo que duró, logró olvidarse de sus preocupaciones y escuchar la lección. La clase había comenzado con una discusión sobre los clásicos, que ella se había perdido, y avanzaba cronológicamente hasta llegar al arte moderno.


Para Paula, todo era maravilloso e interesante. 


¿Cómo no se le habría ocurrido nunca apuntarse a esos cursos? Había algunos de literatura y de música. Paula se propuso asistir a todos ellos.


Se iba a convertir en una persona tan fascinante que Pedro y sus amigos se quedarían fascinados también. Era una pena que no le diera tiempo a aprenderse todos los cursos de memoria antes del sábado por la noche.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario