jueves, 24 de enero de 2019

AL CAER LA NOCHE: CAPITULO 70




Pedro ya había llamado a la policía para decir que se dirigía hacia el orfanato Meyers Bickham.


No podía estar seguro de a dónde había llevado RJ. a Paula, pero teniendo en cuenta la retorcida lógica de su hermanastro, aquél era un posible lugar. Y era el único que a Pedro se le ocurría.


La carretera estaba a oscuras. Apenas se había cruzado con ningún coche durante la última hora.


Lo sorprendió ver el resplandor de las llamas. 


Quizá alguien estuviera quemando basura, aunque le parecía demasiado tarde para hacerlo. O quizá se tratara de un autostopista que había encendido un fuego para calentarse.


Estaba a punto de llegar a las llamas cuando vio la camioneta ardiendo. ¡Maldita fuera! Era lo último que necesitaba aquella noche.


Pero no podía seguir sin saber si había quedado alguien atrapado en la camioneta. Pisó los frenos y giró hacia la cuneta, intentando guardar la distancia suficiente para que no lo alcanzaran las llamas cuando el vehículo explotara.


Cosa que estaba seguro, iba a suceder en cualquier momento. Tendría que tener mucho cuidado. No tenía sentido arriesgar su vida si los ocupantes estaban a salvo. Pero entonces oyó el llanto de una mujer. Y parecía proceder del interior de la camioneta. Inmediatamente echó a correr.


—Salga inmediatamente. ¡La camioneta va a explotar!


—¡Pedro!


Reconoció la voz. El alivio y el pánico colisionaron en su interior mientras Paula asomaba la cabeza por la parte posterior de aquella camioneta en llamas.


—Sal de ahí y corre —le gritó.


—No puedo. Tamara está dentro. Está atada y no puedo soltarla.


Pedro voló prácticamente hasta ellas.


—¿Eres tú, Pedro?


—RJ.


Pedro miró a su alrededor, esperando ver a su hermanastro apuntándolo con una pistola.


—Está en el suelo, delante de la camioneta —le dijo Paula—. Está herido y no creo que pueda moverse.


—Entonces no podrá hacerte daño —la sacó de la camioneta—. ¡Corre, Paula! Corre todo lo lejos que puedas —gritó, sacó su navaja y cortó la cuerda de Tamara.


En cuanto consiguió soltarla, la levantó en brazos y la sacó de la camioneta.


Paula permanecía paralizada, como en estado de shock. Pedro la agarró de la mano y tiró de ella, intentando poner a salvo a ambas mujeres.


El tanque de gasolina explotó cuando estaban a menos de treinta metros de distancia, haciéndolos caer al suelo.


Cuando cesó el impacto de la explosión, Pedro cortó la cuerda que ataba las manos de Tamara. Se levantaron lentamente, uno a uno. Pedro clavó la mirada en la camioneta que había estado a punto de quitarles la vida. RJ. había conseguido ponerse a salvo, pero no iba a poder alejarse mucho más con la pierna en aquel estado.


Pedro estrechó a Paula en el círculo de su brazo derecho mientras sujetaba con el otro a Tamara y contemplaba el fiero resplandor del caos.


Pero lo único que sentía en aquel momento era un dulce alivio y una pasión por la vida que jamás había experimentado.



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