martes, 9 de octubre de 2018

SUGERENTE: CAPITULO 16





No pronunciaron ninguna palabra ya que ninguna era necesaria. Ella alzó una mano y la posó en su nuca. Le acercó los labios y lo besó profunda, ávidamente. La boca de Pedro estaba igualmente encendida y ansiosa, la lengua atrevida y codiciosa, consumiéndola con un placer rico y puro.


Los dedos de él aletearon sobre sus hombros. 


Lo siguiente que supo Paula fue que el top se le había deslizado por los pechos y las anillas metálicas le acariciaron los pezones duros y tensos. Gimió suavemente sobre la boca de Pedro.


Él se apartó y la recorrió con sus ojos oscuros.


Ella le acarició el torso amplio y luego bajó hasta el estómago plano. Todo el cuerpo de Pedro se sacudió en respuesta. Con un gruñido ronco, ladeó la cabeza y volvió a posar los labios sobre la boca de Paula, penetrándola con la lengua mientras la pegaba contra la pared del probador.


Posó los dedos abiertos contra su espalda y forzó su cuerpo a arquearse contra él y que sus pechos se frotaran contra el torso.


Los cuerpos estaban casi fusionados mientras Pedro le daba a Paula besos suaves, húmedos y ardientes sobre el cuello y las pendientes superiores de los senos. Remolineó la lengua sobre un pezón rígido y lo sopló, luego repitió el proceso sobre el otro. Lamió lentamente las cumbres duras y las mordisqueó hasta que a ella le fue imposible soportar esa locura. Liberando una mano, lo agarró por el pelo y pegó los labios abiertos contra una cumbre palpitante en silenciosa exigencia. Él obedeció, introduciéndose todo lo que pudo del pecho en la mojada calidez de su boca.


Succionó y ella experimentó la sensación hasta el mismo núcleo de su sexo. Bajó un brazo y lo tomó con una mano.


—Disculpen, ¿está todo en orden ahí dentro? —preguntó una voz masculina desde el exterior del vestidor.


—Maldita sea —susurró Pedro con voz trémula.
Parecía aturdido, desconcertado.


—Todo en orden —respondió Paula, tratando de no reír.


—¿Tienen la talla correcta?


Ella se tapó la boca y se miraron. Los ojos de Pedro estaban llenos de hilaridad. A Paula le costó no soltar un gemido de frustración. La verdad era que Pedro parecía tener el tamaño exacto y que ella quería experimentar lo que sostenía en la mano de cerca y de manera personal.


A él no se le escapó la situación.


—Dénos un minuto. Ya casi hemos terminado —repuso él.


Se separaron y ella pudo ver que Pedro cerraba los ojos con un suspiro de alivio mientras el dependiente se alejaba.


Paula se subió el top y se lo aseguró detrás del cuello. Luego se detuvo con la mano en el pomo de la puerta.


—Será mejor que te vistas antes de que perdamos el control por completo. Doctor Alfonso, aquí el peligroso eres tú.



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