lunes, 16 de julio de 2018

CONVIVENCIA: CAPITULO 5





No la había vuelto a ver en los dos meses que llevaba en CTI. Aquello resultaba extraño. Se había bajado del ascensor en el mismo piso que él. Debía de trabajar para la misma empresa.


No necesariamente. Había pasado por todos los despachos, había conocido a las personas importantes y se había fijado muy bien en todas las mujeres. Pero no la había vuelto a ver.


Probablemente tampoco la hubiera reconocido. 


Había tenido la cara oculta sobre su hombro la mayor parte del tiempo. Si supiera su nombre, preguntaría… No, no lo haría. Aquello era demasiado absurdo.


Entonces, ¿por qué no dejaba de pensar en ella? Incluso en sueños… aquella masa de cabello negro, la suave esencia del perfume, aquella suave rendición…


De repente, un sonido estridente le sacó de sus pensamientos. Era el despertador. Estiró una mano para apagarlo, pero el sonido continuó. El teléfono.


—¡Pedro cariño! ¿Te he despertado?


—¡Y qué agradable despertar! —consiguió decir él—. ¿Cómo estás, Catalina?


—Te echo de menos. Y estoy preocupada por ti. Veo que todavía sigues en el hotel.


—Eso me temo.


—Pobrecito. Tendremos que hacer algo al respecto.


—¿Tendremos? Estoy bien —replicó él, pensando que todavía no habían alcanzado el nivel en el que se les pudiera considerar a ambos como «nosotros».


Se había sentido muy halagado cuando Catalina Smith-Lawson se había fijado en él. Divorciada recientemente, había regresado a la mansión de su padre, con su nombre de soltera y haciendo su papel de huésped de lujo en la vida social de Nueva York. Era la niña mimada de su papá y también era muy hermosa, llena de estilo, estimulante y… demasiado perfecta.


Pedro, ¿me estás escuchando?


—Claro. Estaba intentando decirte que no estaré aquí lo suficiente como para necesitar un apartamento.


—Ya sabía yo que me necesitarías. Le prometí a papá que te ayudaría a encontrar una casa adecuada, a conocer a la gente que debes, a darte pie para que puedas abrirte camino.


Aquello le escoció. Como su rápido ascenso en Lawson Enterprises, aquello no se debía a su olfato para los negocios, sino a su relación con la hija de Lawson.


—Creo que ya lo estoy consiguiendo yo solo.


—Lo sé. Como siempre, probablemente estás trabajando demasiado en ese pequeño despacho y en esa pequeña habitación de hotel. No te preocupes, yo te sacaré de los dos.


—Escucha, Catalina, estoy bien… Yo…


—Pero no enseguida —añadió ella, sin prestar atención a lo que él le había respondido—. Page Anderson quiere que le ayude con el baile.


—¿Si? —preguntó él, dándole las gracias a Page Anderson.


—¿Te las puedes arreglar sin mí durante las próximas seis semanas?


—Lo intentaré —replicó él, tratando de no sonar aliviado—. Lo intentaré.





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