jueves, 31 de mayo de 2018

HIJO DE UNA NOCHE: CAPITULO 14




Pedro se había encontrado sin darse cuenta a punto de ser padre en cuatro meses, unido a una mujer a la que odiaba, una mujer a la que consideraba una mentirosa redomada y a saber qué más. Aunque tampoco ella lo estaba pasando mejor.


¿Cuándo había sido su sueño encontrarse embarazada de un hombre del que estaba enamorada, pero no quería saber nada de ella? ¿Desde cuándo era ése el sueño de una mujer?


—No sabíamos si Pau te lo había dicho...


—La verdad es que nos quedamos muy sorprendidos cuando nos dio la noticia...


—Pero ahora que te hemos conocido no podríamos pedir un yerno mejor...


—¡Papá!


‐Por supuesto, no es que queramos meternos en vuestra vida —se apresuró a decir Aylen—. Tendrás que perdonarnos, pero somos un poco anticuados para ciertas cosas.


—A mi madre le pasa lo mismo —dijo Pedro.


El padre de Paula le había preguntado en el salón si sabía lo del embarazo antes de irse a África y, desde ese momento, Pedro se había despedido de su libertad para el resto de su vida. ¿Qué otra cosa podía hacer? Era algo totalmente inesperado, pero no podía librarse de ello y, en parte, era culpa suya. 


Intentó imaginar qué dirían su madre y su abuelo y, durante unos segundos, entendió que Paula hubiese inventado aquella mentira.


—Mañana tendrás que hablarnos de tu familia porque Paula no nos ha contado mucho sobre ella —Mauricio puso una mano sobre el hombro de su mujer—. Pero ahora mismo, Aylen y yo nos vamos a la cama.


—Y puede que seamos anticuados, pero no tanto como para esperar que durmáis en habitaciones diferentes —dijo ella, riendo.


‐¡Pero mamá! —casi gritó Paula—. Nunca habéis dejado que Sofia o Marina durmieran con sus novios.


—Ésta es una situación muy diferente, ¿verdad, cariño?


‐Sí, bueno... pero ésa no es razón. En fin, yo no quiero faltaros al respeto...


—Menos mal que nos libramos de la cama pequeña hace años. ¿Recuerdas cómo te enfadaste cuando tiramos el cabecero? Tenía una colección de pegatinas que llevaba poniendo desde los cuatro años, ¿te lo puedes creer, Pedro? Las quitó todas y las puso en un álbum.


Paula se puso colorada. ¿Su madre imaginaba que eso era algo que se debiera contar a la gente? ¿No se daba cuenta de que la hacía parecer una mema?


Además, ¿por qué iba a imaginar su madre que no querría compartir habitación con su impresionante y guapísimo prometido?


Después de decir eso sus padres se dirigieron a la escalera, charlando y riendo, y dejando un silencio brutal tras ellos.


—Bueno... —empezó a decir Pedro—. ¿Por dónde empezamos?


—Podemos empezar por el hecho de que no pienso compartir habitación contigo. Puedes dormir en la de Sofia. Si nos levantamos temprano y hacemos la cama, mis padres no tienen por qué saberlo.


‐A mí se me ocurre un sitio mejor para empezar —Pedro cerró la puerta y se volvió hacia ella—. Por ejemplo, que me cuentes si te quedaste embarazada a propósito.


Paula lo miró, horrorizada.


‐¡Eso es lo más absurdo que he oído nunca!


—Tú me has engañado para meterte en mi vida...


—¿Qué? Pero si yo no te conocía de nada, fuiste tú el que se empeñó en invitarme a cenar.


‐Sí, claro, pero al descubrir quién era decidiste que era un buen partido. ¿Y qué mejor manera de enganchar a un hombre que quedando embarazada?


Paula soltó una risotada incrédula.


—¿Crees que yo había planeado esto? ¿De verdad crees que quería dejar mis estudios y perder mi independencia para tener un hijo? —los ojos de Paula se llenaron de lágrimas.


Estaba al borde de un ataque de nervios. El embarazo apenas se le notaba, pero durante los últimos meses no había podido pensar en otra cosa. Había vivido día a día, sin atreverse a hacer planes para el futuro. El sueño de vivir de manera independiente en Londres estaba destrozado y no quería ni pensar qué iba a hacer cuando naciese el niño. 


Era como si el plan A, en el que había basado todo su futuro, se hubiera convertido de repente en otro plan que no podía controlar. ¿Dónde estaría en seis meses, un año? ¿Dónde iba a vivir? No podía seguir en casa de sus padres con un niño pequeño, durmiendo en la habitación que había ocupado de niña.


¿Pero dónde podía ir? ¿Y cómo iba a ganar un sueldo decente si no había terminado sus estudios?


¡Que Pedro le preguntase tranquilamente si había planeado el embarazo era demasiado para ella!


—¿De verdad te crees tan buen partido? ¡Eres arrogante, cruel y la persona más esnob que he conocido nunca! —le espetó, clavando un dedo en su pecho—. ¿De verdad crees que tiraría mi futuro por la ventana para estar con un hombre que me cree una mentirosa y me odia a muerte?


—Cálmate —dijo Pedro entonces.


¿Arrogante, cruel, esnob? ¿Se atrevía a insultarlo? Que él supiera, había sido totalmente sincero con ella.


—Es imposible hablar contigo —la furia de Paula aumentó al ver que Pedro estaba tan tranquilo. Si no salía de la cocina de inmediato explotaría y sus padres oirían la explosión... hasta el pueblo entero podría oírla.


‐Tienes que calmarte, estás histérica.


‐¡Tú me pones histérica! —replicó.


Pero cuando lo miró a los ojos de repente se sintió mareada. 


¿Cómo era posible que le hiciera eso? ¿Cómo podía hacerla sentir mareada y convulsa cuando ella sólo quería sentir repulsión?


—No pareces embarazada.


‐¿Que?


‐¿No deberías estar... más gordita?


Paula se quedó totalmente desconcertada.


—A algunas mujeres no se les nota hasta los últimos meses. ¿Por qué has cambiado de tema?


—Porque en tu estado no deberías enfadarte tanto.


—¿Y qué esperas que haga cuando me acusas de haberme quedado embarazada a propósito? Además, si hubiera sido tan idiota como para hacer eso, ¿no se te ha ocurrido pensar por qué no me he puesto en contacto contigo? Yo no he ido a buscarte.


—¿Por qué no lo has hecho?


—Por la misma razón por la que me marché sin decirte nada. Yo no soy una chica de clase alta, forrada de dinero, soy la clase de persona a la que tú no mirarías dos veces. Tú mismo dijiste que nunca tendrías una relación con una mujer que no fuese de tu mundo porque te preocuparía que buscase sólo tu cuenta corriente.


‐¡Yo nunca he dicho eso!


‐¡Pues claro que sí! Dijiste eso exactamente.


—Sí, bueno, es posible que lo dijera... no me acuerdo. 


Paula sacudió la cabeza.


—Cuando descubrí que estaba embarazada supe que no podía ponerme en contacto contigo. ¿Qué habrías dicho si hubiera aparecido en tu casa, embarazada y sin dinero? No me digas que te hubieras alegrado.


—Eso no tiene nada que ver.


‐¿Ah, no?


—Yo merecía saberlo. Estamos hablando de un hijo. ¿No tenías intención de contarme que ibas a tener un hijo mío?


Paula apartó la mirada. Tal vez debería haberle informado, pero sabiendo lo que pensaba... no, había desechado la idea de inmediato.


‐La verdad es que no. O tal vez con el tiempo, dentro de unos años, no lo sé.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario