jueves, 30 de noviembre de 2017

COMPROMISO EN PRIMERA PLANA: CAPITULO 18





—¡Tengo trabajo! —anunció Paula unos días después, entrando en casa con el aire de alguien que acabara de ser admitido en el club más exclusivo del mundo—. Acabo de escuchar el mensaje y no me lo puedo creer.


Pedro estaba en la cocina haciendo rollitos de sushi y levantó la mirada, sonriendo.


—Enhorabuena.


—Gracias —Paula hizo una burlona reverencia.


Estaba muy guapo. Se había quitado el traje de chaqueta que solía llevar a la oficina y llevaba unos vaqueros gastados y una camiseta azul cielo que destacaba su bronceada piel, marcando claramente su estómago plano y sus anchos hombros.


—¿Quién es la empresa afortunada?


—Ebet y Gregg.


—Ah, bien, muy bien —dijo Pedro, ofreciéndole una copa de vino blanco—. Enhorabuena.


—Lo mismo digo —sonrió Paula, tomando un trago—. Oye, espera un momento.


—¿Qué?


—¿Por qué no pareces sorprendido?


—¿Pusiste Alfonso en el curriculum?


—Sí.


Él hizo un gesto con las manos.


—Por eso.


Paula le dio un juguetón puñetazo en el hombro.


—Listillo.


Pedro la tomó por la cintura.


—Así es como me llaman.


—¿De verdad? ¿Te llaman así en la oficina?


—Sí.


—¿Cuando tu ayudante entra en tu despacho dice: «le esperan en la sala de juntas, señor Listillo?


—A lo mejor debería llamártelo a ti —rió Pedro—. Venga, ve a tu habitación y mira en tu armario.


—¿Por qué?


—Vamos, hazlo.


Suspirando, Paula fue a su habitación, con él detrás, y sin saber qué podría haber en el armario, abrió la puerta.


—¡Ostras!


—Ah, una reacción interesante —rió Pedro—. Aunque no es exactamente lo que yo había esperado.


El armario estaba lleno de vestidos, trajes, zapatos, bolsos.


Todo de su talla y en una gama perfecta de colores.


Paula alargó una mano para tocar un fabuloso traje de Chanel.


—¿Es la colección entera de Barneys?


—No toda, no —contestó él.


—Muy bien, entonces tú sabías que iban a darme ese trabajo.


—Dejaron el mensaje hace horas —le confesó él.


—¿Y has hecho todo esto en unas horas?


—No ha sido nada.


Paula se dejó caer sobre la cama, suspirando. No podía entender cómo había podido comprar todo eso en tan poco tiempo. Ah, no, claro, él no había ido a comprarlo. 


Seguramente sólo habría hecho un par de llamadas.


Aun así…


—Es un detalle tan cariñoso, tan bonito…


—Antes de que digas nada más, debes saber que lo he hecho por motivos absolutamente egoístas.


—¿Ah, sí?


—Gracias a mi nuevo puesto como presidente de AMS, tengo que acudir a cenas oficiales, eventos y…


—Ah, ya, y mi ropa no era adecuada. Muy bien, lo entiendo.


—Además, necesitarás ropa para ir a trabajar.


Paula se levantó para darle un abrazo y, sin dudar, como si fuera lo más normal del mundo, Pedro la apretó contra sí. Sus musculosos brazos, su olor, cómo se apretaban sus pechos contra el torso masculino… todo estaba empezando a resultar familiar para ella.


—No soy una de esas chicas que se muestran tímidas y rechazan un regalo que les gusta mucho.


—¿No?


—Me encanta la ropa, tío.


—¿Acabas de llamarme tío?


Paula soltó una carcajada.


—Gracias, de verdad.


—De nada. Pero voy a terminar de hacer la cena antes de que bebas demasiado, te emborraches y te lances sobre mí.


—Yo nunca me emborracho.


—Bueno, un hombre tiene derecho a soñar, ¿no?



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