lunes, 18 de septiembre de 2017

UNA PROPOSICIÓN: CAPITULO 26





Fue a por tres tazas de gelatina de lima y se las dejó a Fiona junto con la promesa de volver al día siguiente para empezar a poner en marcha el proceso de convertirse en directora de Golden Ability. A continuación fue a su casa con los perros, que la esperaban con impaciencia para salir.


La luz del contestador parpadeaba, así que lo pulsó con la esperanza de oír por fin la voz de Pedro. Pero se llevó una decepción.


—Paula, soy Martin Paredes. Nos conocimos el verano pasado en el picnic de HuntCom y he tardado todo este tiempo en buscar el modo de ponerme en contacto contigo —se echó a reír—. Tengo dos entradas para los Seahawks este fin de semana y recuerdo que te gustaba el fútbol americano y he pensado que podríamos…


Paula, frustrada, pulsó el botón de borrar sin esperar a oír el resto. No había más mensajes.


Suspiró y se dijo que no tenía por qué esperar a que fuera Pedro el que llamara, pero las viejas costumbres son difíciles de perder y Constanza no había educado a sus hijas para perseguir a un hombre.


Sacó a los perros a dar un paseo largo, les dio de comer y beber y se calentó una lata de sopa antes de sentarse ante el horno para limpiar el desastre de la pizza.


—En la próxima vida, tendré un horno que se limpie solo —dijo a los perros, cuando le dolía ya la muñeca de raspar queso negro del fondo.


—Acepta el empleo que te ofrece Fiona y podrás permitirte comprar un horno decente en esta vida.


Ella soltó la espátula de metal y se volvió. Pedro estaba de pie en la puerta.


—Pues supongo que ya lo averiguaré, teniendo en cuenta que lo he aceptado esta tarde.


—¿Sí? —sonrió él—. ¡Eso es genial!


Ella se encogió de hombros.


—Haré lo que pueda —no podía prometer nada más—. No te he oído entrar.


—Es evidente —él dejó una bolsa de papel de una cadena de comida rápida en la encimera y se agachó a acariciar a los perros, que se mostraban encantados de verlo.


—He llamado al timbre y a la puerta.


—Perdona —ella se abrazó las rodillas—. ¿Qué tal la reunión con el orientador?


—Como siempre —él dejó de sonreír—. Como Stephanie cree que se los llevará de Brandlebury en las próximas semanas, eso es una razón más para no cambiarlo de clase de matemáticas.


Paula soltó las rodillas y se acercó a él. Le pasó los dedos por el pelo y le puso la mano en la mandíbula.


—Eso no va a pasar.


—Me alegro de que uno de nosotros lo crea así —él respiró hondo y la abrazó por la cintura—. Les he dicho a los niños que estamos prometidos. Valentina quiere saber si puede ser dama de honor y Ivan me ha advertido de que no piensa ir de traje.


A ella se le oprimió la garganta y le picaron los ojos. Lo besó en la sien.


—Todo se arreglará —musitó.


Pero no pudo evitar preguntarse cómo se iba a arreglar.





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