jueves, 14 de septiembre de 2017

UNA PROPOSICIÓN: CAPITULO 11




A la noche siguiente, Paula inclinó a un lado la cabeza y observó su imagen en el espejo de cuerpo entero que había en la puerta de su armario. El dobladillo del vestido de color blanco roto caía sobre la alfombra a sus pies, pero eso se podía resolver llevando tacones altos. Se miró, tomó dos masas de rizos con las manos y se colocó el pelo en la parte alta de la cabeza.


—No sé, Zeus. ¿Tú qué dices? ¿Parece que estoy jugando a disfrazarme? ¿Qué crees que pensará Pedro?


Miró la imagen del perro en el espejo. El animal la miraba con ojos pacientes desde su lugar en el suelo, a los pies de la cama, donde había media docena de vestidos probados ya y descartados.


El único que quedaba era el que llevaba puesto. Lo había comprado un día que había ido de compras con Alma, y había contado con la aprobación de su elegante hermana, poco antes de que la dejara Leonardo. No había llegado a
estrenarlo. De hecho, había estado a punto de devolverlo a la tienda, pero lo había comprado en liquidación y le había parecido menos embarazoso meterlo en el fondo del armario que volver a la tienda y confesar que no necesitaba el vestido después de todo porque su prometido había decidido que ya no tenía que acompañarlo a más recaudaciones de fondos ni a ningún otro sitio. No la quería a su lado en la campaña de reelección. ¿Para qué, si ya estaba claro que ella no tenía mucha influencia en el imperio HuntCom después de todo?


Se soltó el pelo, que le cayó sobre los hombros en su desorden habitual.


Bajó la mano por los pliegues de tela que caían en una columna desde la cintura.


El vestido tenía mangas cortas que eran poco más que tirantes anchos en los hombros. La parte delantera del cuerpo era de talle bajo y recto a través de los pechos, y mostraba más escote de lo que estaba acostumbrada Paula. Pero Alma no había vetado el vestido, así que sólo le quedaba cruzar los dedos y confiar en que le quedara bien.


El timbre del teléfono la sobresaltó. Tomó el supletorio de la mesilla.


—¿Diga?


—¿Paula? —dijo una voz desconocida—. Soy Quentin Rich. Esperaba pillarte en casa.


Ella arrugó la nariz. Era el hombre que había dejado el mensaje. Colocó el teléfono contra el hombro, se acercó a Arquímedes, que dormía en el umbral y entró en el baño a buscar horquillas en un cajón. ¿Dónde estaban las brillantes que le había regalado Lucia por Navidad?


—Sí, Quentin —al que seguía sin recordar—. ¿Cómo estás?


—Muy bien. Oye, me preguntaba si querrías que nos viéramos. Hay un restaurante nuevo que tiene muy buenas críticas y me muero de ganas de llevarte.


Ella enarcó las cejas, un poco sorprendida por su entusiasmo.


—¿Te mueres de ganas?


—Sé que te encantará —siguió él, muy seguro de sí—. Se cena en la oscuridad, así que no ves lo que hay en el plato. Es todo muy… táctil.


—Querrás decir sucio —ella no pudo reprimir una carcajada al recordar por fin cómo se habían conocido—. Y te parece apropiado porque me viste tirarme un plato de canapés encima en la fiesta de Navidad.


—No fue culpa tuya —se apresuró a decir él—. Y no es por eso.


Ella cerró el cajón. Quizá las horquillas estaban en el joyero.


—Si no recuerdo mal, tú querías vender algún software a HuntCom. ¿Cómo te fue con eso? —se subió el vestido con las manos y pasó por encima de los perros camino de la cómoda.


—Genial. Muy bien. El señor Hunt se ha tomado un interés personal últimamente.


Paula vaciló.


—¿Qué señor Hunt?


Por lo que sabía, Lorenzo estaba demasiado ocupado dirigiendo la compañía y con su esposa e hijos para tomarse un interés personal en un proyecto de software que hasta ella recordaba que no era nada del otro mundo.


—Abel—contestó Quentin—. Admito que es muy halagador que un pionero como él se interese por mi trabajo.


Siguió hablando, pero Paula ya no lo escuchaba.


Quentin.


Primero había sido Omar Boering y ahora ese hombre. No había tenido ninguna cita desde que la dejara Leonardo y ahora, en cuestión de semanas, había dos hombres interesados por ella. ¿Y ambos estaban relacionados con Abel?


Empezó a recelar, pero se dijo que no tenía sentido. Cierto que Abel era uno de los hombres más manipuladores que conocía. Pero sabía el golpe que había sido para ella el episodio con Leonardo y no se le ocurría ni una sola razón para que le enviara hombres ahora cuando nunca lo había hecho.


Como mucho, buscaría una persona inocua para distraer a Quentin y su proyecto.


Satisfecha con ese razonamiento, tomó las horquillas brillantes con forma de margaritas, que se mezclaban en el joyero con una serie de pendientes y collares no muy caros.


—Oye, Quentin, lo siento, pero estoy a punto de salir.


—¿Quieres que te llame mañana?


—¡No! —ella misma se asustó de su vehemencia—. Es decir, te agradezco que pienses en mí, pero…


—Ya sales con alguien, supongo.


Paula abrió la boca para negarlo, pero las palabras no llegaron. Recordó Pedro y sus hijos alrededor de su mesita de café devorando la noche anterior la mejor pizza que se podía encontrar en Seattle.


—Bueno… —soltó una risita, con la esperanza de que él sacara conclusiones sin verse obligada a mentir.


—Mensaje recibido —repuso Quentin—. Pero en serio, si cambias de idea, tienes mi número.


—Bien. Lo tendré en cuenta. Ahora tengo prisa.


—De acuerdo. Buenas noches, Paula


—Adiós, Quentin —cortó la comunicación y lanzó el teléfono sobre la cama—. Zeus, recuérdame que le diga al tío Abel que yo no soy ningún comité de bienvenida, ¿vale?


Zeus bostezó y bajó la cabeza sobre las patas extendidas.


—Gracias por tu apoyo —murmuró Paula.


Se acercó de nuevo al espejo y se sujetó varios rizos con las horquillas. Se puso a continuación los zapatos plateados de tacón de aguja que Alma había insistido en que hacían juego con el vestido y tomó un abrigo largo y negro de cachemira que le había regalado su madre dos años atrás por su cumpleaños.


No necesitaba bolso, pues sólo tenía que cruzar a la casa principal. Se echó el abrigo sobre los hombros, tomó la caja que contenía el álbum de recortes que había hecho para Fiona y salió de la casa.






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