miércoles, 19 de julio de 2017
NUEVO ROSTRO: CAPITULO 2
Pedro vio alejarse a Paula. El balanceo de sus caderas y sus increíbles piernas le recordaron por qué se había marchado de Royal al terminar el instituto. Al padre de Paula le había dado igual cómo jugase al fútbol por entonces, porque no procedía de la familia adecuada.
Pero en esos momentos estaba allí para ver a su madre y para trabajar en la reforma del Club de Ganaderos de Texas. Uno de los clubes más lujosos y exclusivos del estado, al que solo podían acceder las familias con el pedigrí y la cantidad de dinero adecuados. Su padre no había tenido ninguna de esas dos cosas, aunque, en esos momentos, él tuviese más dinero del que hacía falta para comprar el club.
Tomó el ascensor hasta el sexto piso y preguntó por la habitación de su madre en el control de enfermería. Atravesó el pasillo, abrió la puerta y la encontró sentada, viendo la televisión.
—Hola, mamá.
—¡Pedro! Pensé que no ibas a llegar nunca.
Su madre buscó el mando a distancia, pero Pedro estaba a su lado antes de que lo encontrase. Le dio un fuerte abrazo y un beso. Y el mando. Ella quitó el sonido, que estaba muy alto, ya que no oía tan bien como antes.
—Es una exageración, mamá, hasta viniendo de ti. Mira que caerte para que venga a verte. Sabías que iba a venir de todos modos el fin de semana por lo del Club de Ganaderos de Texas.
Ella sacudió la cabeza y sonrió.
—Supongo que Dios ha decidido que te necesitaba antes del fin de semana. ¿Cómo has tardado tanto tiempo en llegar?
—Me he encontrado con Paula Chaves.
Su madre se puso más recta. Nunca le había gustado que Paula lo dejase.
—¿Y qué le has dicho? —quiso saber Maggie.
—Nada, solo hemos estado charlando un poco. Voy a cenar con ella esta noche —le contó Pedro, intentando no darle importancia.
Pero aquella era su madre y lo conocía mejor que nadie en el mundo.
—¿Te parece sensato?
Él se encogió de hombros.
—No tengo ni idea, pero seguro que es divertido. Ha cambiado.
—Ya me enteré de lo del accidente —comentó Maggie.
—¿Qué ocurrió? —le preguntó Pedro mientras tomaba una silla y se sentaba cerca de la cama de su madre.
Ambos tenían el mismo pelo rubio y grueso, aunque Maggie lo llevaba liso, con un corte moderno. También se parecían en los ojos, azules, pero ella tenía la nariz pequeña y unos labios generosos.
—Salió en las noticias. Iba en su BMW descapotable cuando le dieron un golpe por detrás y su coche se quedó empotrado contra un enorme camión. El coche ardió en llamas, así que tuvo suerte de salir viva, aunque, según he oído contar en la cafetería, quedó llena de horribles cicatrices.
—No todos los cotilleos que circulan por ahí tienen que ser ciertos —le dijo Pedro.
En el Royal Dinner servían la mejor comida grasienta de toda la zona, pero también era un hervidero de historias que no siempre eran verdad.
—Pues este sí. Paula tuvo que volver con Hernan y ha pasado por muchas operaciones en los últimos años. Era desolador, Pedro, verla cubierta de vendas. Y estuvo al menos los primeros seis meses sin poder andar.
A él se le encogió el estómago al pensar en lo mucho que Paula debía de haber sufrido. Sacudió la cabeza.
—Pues ahora parece que está mucho mejor.
—Eso dicen. ¿Y tú? ¿Cómo va el tema de club?
—Por ahora no puedo contarte mucho, mamá. Voy a reunirme con Brad Price y después empezaré a trabajar en mi proyecto. Por ahora solo tengo una ligera idea de qué es lo que quieren.
—¿Vas a ir al club hoy? —le preguntó Maggie.
—Sí. Voy a tener acceso libre al club mientras esté trabajando en el proyecto.
—¿Y dónde te vas a quedar?
—Contigo. Te vendrá bien estar acompañada cuando te den el alta. Además, los médicos todavía no saben qué te pasa exactamente.
—Bueno, no hace falta que te quedes conmigo, pero me alegro de que quieras hacerlo. Te echo de menos, Pedro.
Él se levantó y sonrió a su madre. Le dio un beso en la frente y luego la tapó mejor.
—Yo también te he echado de menos, mamá, mucho.
Charlaron unos minutos más, pero después tuvo que marcharse. Había quedado con Brad, que estaba decidido a convertirse en el siguiente presidente del club y, dado que era hijo de una de las familias más adineradas de Royal, casi todo el mundo pensaba que tenía muchas posibilidades de ganar. Pedro quería echar un vistazo a las instalaciones del club para saber exactamente con qué estaba trabajando.
—Volveré a verte luego, antes de ir a cenar —le dijo a su madre.
—Perfecto. Buena suerte con la reunión —le respondió Maggie.
Pedro se marchó con la impresión de que su madre no tenía ni idea del éxito que tenía en su vida profesional, pero no le importaba. En realidad, a los únicos que quería dejárselo claro antes de volver a Dallas era a Paula y a Hernan.
Nada más salir del hospital se acordó de lo calurosos que eran los veranos en Texas. Se aflojó la corbata, sacó unas gafas de sol y abrió su Range Rover HSE con el mando a distancia. No tardaría en llegarle el Porsche, que había pedido que le llevasen desde Dallas.
Quería que todos los vecinos de Royal se diesen cuenta de que Pedro Alfonso había vuelto, y con mucho dinero. Tal vez no fuese miembro del Club de Ganaderos de Texas, pero se sentía orgulloso al saber que tenía el suficiente dinero para poder llegar a serlo si quería.
Se preguntó qué coche conduciría Paula. Tenía que haberse informado más acerca de su accidente. No se imaginaba a la niña que siempre había vivido en un cuento de hadas tener que pasar por algo así, pero la vida no siempre era como uno esperaba. Esa noche, él cenaría en el Club de Ganaderos de Texas con Paula. Qué vida tan dulce
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