domingo, 23 de abril de 2017

EL VAGABUNDO: CAPITULO 16





—Espero que no te moleste que haya invitado a Pedro a cenar esta noche —dijo Mirta mientras colocaba los platos en la mesa—. Ya sabes que le ha dicho a Tomas que piensa marcharse pronto, ¿verdad?


Mirta miró a Paula, que estaba colocando las servilletas en silencio.


Después de poner la mesa, Mirta contempló el jarrón con flores que Paula había colocado en el centro de la mesa.


—Está preciosa. Tienes mucho gusto, como mi madre.


Mirta miró las altas y blancas velas de los candelabros de bronce que había a ambos lados del arreglo floral.


—Debes estar harta de que te diga tantas veces lo que me recuerdas a mi madre.


Paula se volvió, abrió un cajón del mueble de caoba y sacó una caja de cerillas.


—No seas tonta, tía Mirta —dijo Paula tratando de no pensar en la partida de Pedro—. Es un orgullo para mí que pienses que me parezco a la abuela Derriberry.


—Mis padres, tus abuelos, estaban muy enamorados, ¿lo sabías? —dijo Mirta cerrando los ojos y lanzando un suspiro—. Sus familias se oponían a que se casaran porque él era baptista y ella metodista.


Paula no pudo evitar una sonrisa, sabía el motivo por el que su tía le recordaba aquello en esos momentos.


—Así que llegaron a un compromiso, se unieron a la iglesia de la congregación y vivieron felices hasta el fin de sus días.


Paula encendió las velas.


—La gente establece compromisos —añadió Mirta—. La verdad es que es la única forma que hay para que una relación funcione. Tú y Pedro podríais…


—¿Cómo puedes llegar a un acuerdo respecto a casarse y a tener un hijo? — preguntó Paula—. Yo quiero las dos cosas y Pedro no quiere ninguna.


—Hay formas de conseguirlo —dijo Mirta mirándose al espejo del aparador—. Quédate embarazada y Pedro se casará contigo, eso te lo garantizo.


—¡Dios mío! —exclamó Paula lanzando un gruñido—. Creo que esa es la mayor tontería que has dicho en tu vida.


—Resolvería el problema.


—Nunca le haría eso a un hombre, y mucho menos a Pedro.


Paula se acercó a su tía y le puso las manos sobre los hombros.


Pedro perdió a su hijo, se le murió. No puede soportar la idea de tener otro. Yo… aunque no lo comprendo tengo que aceptarlo.


—En ese caso, deja de lado tus rígidos principios y ten una aventura con él antes de que te condenes a pasar el resto de tu vida con ese aburrido de Sergio.


—Tía, yo…





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