domingo, 27 de noviembre de 2016

CONQUISTAR TU CORAZON: CAPITULO 9





Pedro era fiel a su palabra. No volvió a mencionar el matrimonio. Pero era como una pesadilla. Paula no podía hacer nada sin encontrarse con él. Y estaba llegando demasiado lejos. Cuando llegó a la consulta del doctor, Pedro estaba allí, esperándola. Quería ver quién cuidaba de su hija y presenciar la exploración para hacer miles de preguntas. Era lo correcto. Era el padre de Juliana.


Pero a Juliana tenían que ponerle una vacuna, y cuando la pequeña lloró, Paula lloró también. La enfermera los dejó a solas y Pedro abrazó a ambas a la vez.


—Es tan pequeña, y estoy permitiendo que le hagan daño —dijo Paula.


—No cariño —dijo él—. Tienen que ponérselas, ya lo sabes.


—Lo sé, lo sé. Solo que no quiero que le hagan daño.


La niña seguía llorando y Pedro la retiró de los brazos de su madre, la abrazó y la acarició con cariño. Le susurró palabras tranquilizadoras al oído y, cuando se calló, se la devolvió a Paula.


—Me siento idiota —dijo Paula.


—Eh, a mí también me han entrado ganas de llorar —dijo él, y se acercó con Paula a la recepción—. Los marinos no lloran… Si lo hicieran, arruinarían su imagen.


—Ahh, mi héroe —dijo ella.


Él se quedó quieto y, de pronto, una ola de calor recorrió su cuerpo. Ella le había dicho lo mismo el día que hicieron el amor, y al ver el brillo de sus ojos verdes, Pedro supo que ella también lo recordaba.


La enfermera que estaba en la recepción se aclaró la garganta.


—Soy el padre de Juliana —le dijo a la enfermera—. Y sus gastos médicos los cubre Tri Care —le tendió un carné provisional y su carné de identidad.


Paula frunció el ceño.


—¿Qué haces? —preguntó.


—Legalmente depende de mí, así que tiene derecho a que el seguro cubra sus gastos médicos. Aunque no sea mucho.


—Puedo ocuparme de ellos yo sola.


—Ya lo sé —dijo él—, pero es su derecho. Cuando cumpla diez años tendrá su propio carné y podrá utilizar los servicios de la base.


Aunque hablaban en voz baja, la gente los miraba. Paula colocó a la niña en su cintura y dijo:
—Podemos hablar de esto más tarde.


—Claro —dijo él.


Recogió los carnés y los guardó en la cartera. Abrió el carrito y se lo acercó a Paula. Juliana extendió los brazos hacia él. Pedro la sentó en el carrito y le abrochó el cinturón.


—Has sido muy valiente —le dijo—. Estoy orgulloso de ti, princesa —le secó las lágrimas y le dio un beso en la frente. 


Después, salieron de la clínica los tres juntos.


Como si fueran una familia de verdad.






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