sábado, 12 de noviembre de 2016

AVENTURA: CAPITULO 4




Después de dormir más horas que en muchos años, Paula se sentía bastante mejor. Y sus tres compañeras llegaron a primerísima hora, dispuestas a hacer lo que hiciera falta. 


Helena y Luisa empezaron a trabajar en lo más urgente mientras Paula iba con Angela para ver qué podían salvar de la tienda.


Angela lanzó una exclamación, horrorizada, cuando llegaron a la calle Stow. La administración de lotería era como un diente negro en medio de una dentadura perfecta. Los otros propietarios saludaron a Paula con cara de pena pero, afortunadamente, a la luz del día los daños eran mucho menos importantes de lo que había pensado.


—Tenía una pinta tan horrible que estaba dispuesta a dejar el local —suspiró, mientras investigaba—. Pero aún no sé si el incendio ha dañado los cables eléctricos, así que será mejor no dar la luz.


—Es sólo esa pared la que ha sufrido daños, pero con una mano de pintura quedará como nueva —dijo Angela, tan optimista como siempre, entrando en el almacén—. Todo en orden —sonrió unos segundos después.


Paula dejó escapar un suspiro de alivio.


—Vamos a llevar a casa todo lo posible.


Colocó una nota en el escaparate para informar a los clientes del traslado temporal al 14 de Gresham Road hasta que hubiesen reparado los daños y salió para ver cómo quedaba.


—No te preocupes —dijo Angela—. Los vecinos se encargarán de informar a todo el mundo. No creo que perdamos muchos clientes.


—Espero que tengas razón. Ah, por cierto, un representante de Alcom va a venir hoy para comprobar los daños.


—¿Es quién creo que es?


Paula asintió.


—Pedro Alfonso en persona.


—Vaya, vaya… entonces, no todo son malas noticias. Y, por favor, esta vez pídele disculpas.


Fue una mañana de locos. Después de llamar a la compañía de seguros, Paula tuvo que contestar docenas de llamadas de clientes y amigos que querían interesarse por el incendio. 


Como cada vez que sonaba el teléfono esperaba que fuese Pedro, Paula empezó a ponerse nerviosa, un hecho que comentó la propietaria de la mejor boutique de la ciudad, cuando pasó por allí para presentar sus condolencias.


—Te veo un poco estresada, cariño —le dijo Christina Porter—. He traído personalmente el envío semanal para ver cómo estabas. Aquí tenéis, chicas —añadió, dándoles dos bolsas llenas de ropa—. He prometido que los arreglos estarían listos para el viernes, como siempre. Pero hay una chaqueta carísima que Angela tiene que arreglar y un vestido de noche y un abrigo de punto que necesitan tu toque mágico, Paula. Tranquila, el cliente está dispuesto a esperar. Cóbrale lo que quieras.


Ella dejó escapar un suspiro.


—Si me cuesta mucho trabajo, lo haré. ¿Quieres un café?


Christina declinó la invitación.


—Tengo que volver a la tienda. Me alegro de que la tuya no haya sufrido muchos daños —le dijo, intentando disimular un escalofrío—. Gracias a Dios, esos gamberros no han tirado un petardo en la mía.


Paula llevó las bolsas al perchero y lanzó un gemido al ver un vestido bordado con lentejuelas y un delicado abrigo de punto blanco... tendría que trabajar horas y horas para arreglar ambas prendas.


—¡Paula, ven, corre! ¡Está aquí! —gritó Angela, entrando en la habitación.


—¿Quién está aquí?


—El señor Alfonso el representante de Alcom. Venga, baja a pedirle disculpas.




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