lunes, 20 de julio de 2015
VOTOS DE AMOR: CAPITULO 17
Cuando un ruido la despertó, Paula no supo cuánto había dormido. Entre las brumas del sueño, se dio cuenta de que había oído un grito.
Recuperó la memoria.
Había hecho el amor con Pedro la noche anterior.
¿Por qué las cosas no parecían tan bien a la mañana siguiente?
A la pálida luz que entraba por la persiana vio que eran las cuatro de la mañana.
Pedro estaba sentado en la cama y jadeaba como si hubiera corrido el maratón.
Paula le puso la mano en el hombro y él dio un brinco.
–¡Paula! –tomó aire–. No me había dado cuenta de que estuvieras despierta.
–He oído un ruido. ¿Por qué gritabas?
–He volcado la jarra de agua. Lo siento, cara. He maldecido en voz demasiado alta.
Ella lo miró con recelo, sin creerse del todo la explicación.
–Me ha parecido que decías: «Quería matarla», o algo así.
Recordó vagamente haber oído esas mismas palabras con anterioridad.
–¿Sigues teniendo pesadillas como hace dos años en Casa Celeste?
Deseaba poder verle la cara. Se sintió desconcertada al ver que la jarra de agua seguía de pie en la mesilla.
–Creo que lo has soñado –afirmó él. Había recuperado el ritmo normal de la respiración.
Ella frunció el ceño.
–Estoy segura de que no ha sido un sueño.
Le resultaba difícil pensar mientras él le acariciaba el cuello.
Trató de apartarlo, pero él comenzó a besarla en la garganta y el inicio de los senos. Tenía los pezones muy sensibilizados por sus caricias previas. Contuvo la respiración cuando él se los lamió con la punta de la lengua.
–Pedro…
Trató de luchar contra el deseo que la invadía y centrarse en averiguar los motivos de que él hubiera gritado. Estaba segura de no haberlo soñado.
Pero él ya tenía la mano entre sus piernas y comenzó a acariciarla. Paula gimió cuando él sustituyó los dedos por la boca, ella arqueó instintivamente las caderas y tembló antes de experimentar el éxtasis final.
Pero en un rincón de su cerebro una vocecita le susurró que él había tratado de distraerla.
A la llegada del alba, Pedro miraba las manillas del reloj que avanzaban lentamente hacia las seis. Por suerte, ya no tendría que volverse a dormir. La pesadilla había sido tan vívida que, al recordarla, rompió a sudar.
Había soñado con dos figuras en un balcón, no el de Casa Celeste, sino el del ático donde estaba. Y las figuras no eran Lorena y su padre, sino Paula y él.
Ella se burlaba diciéndole que prefería al camarero a él. Él estaba furioso. Extendía la mano y ella caía.
Solo había sido un sueño, se dijo. No significaba nada.
Giró la cabeza y vio el rostro de Paula en la almohada. Era hermosa. No debiera haberla llevado a Roma. Quería protegerla mientras el acosador siguiera suelto, pero tal vez el sueño fuera una advertencia de que corría el mismo peligro con él.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario